domingo, 4 de febrero de 2018

MUJER JOVEN

MARIA GUILLERMINA ARACELI URIBE ZUÑIGA a sus 19 años de edad.

MUJER JOVEN
TECNICA: Oleo sobre tela
37cm. X 37cm.
FECHA: Noviembre, 2011
AUTOR. Mtro. Ps. Alejandro Fabela Alquicira


ANTECEDENTES DE INVESTIGACIÓN SOBRE EL AUTOCONCEPTO








CAPITULO I.- ANTECEDENTES DE ESTA INVESTIGACIÓN DEL AUTOCONCEPTO.

El estudio del autoconcepto, ha captado el interés de diversos investigadores desde hace tiempo[1]; iniciándose desde los griegos, cuando  Sócrates[2] decía: "conócete a ti mismo"[3].
Este estudio teórico-metodológico[4] del autoconcepto se realiza, para obtener conclusiones validas sobre el tema.
Abordar el tema del autoconcepto en su totalidad o todos los autores que lo han estudiado, es una labor de gran alcance, por la bibliografía existente al respecto.
Analizar autores que se consideren fundamentales, por ejemplo, en Libert y Spiegler (2006) y Cueli Marti, Lartigue, Michaca y Reidl (2009), en sus textos de “Teoría de la personalidad”, se encuentra que ellos a su vez, revisan diversos autores[5] que conceptualizan al autoconcepto, siendo su trabajo limitado, porque ellos son solo revisionistas. Con esto, se contribuye poco a eliminar la concepción, de que la característica más difundida en relación al autoconcepto es: “su vaguedad y confusión”[6]. Por lo cual es indispensable ampliar y dar continuidad a la investigación teórica del autoconcepto[7], a fin de diferenciar las características del mismo. Aclarando que términos son sinónimos y cuales no lo son, en relación al autoconcepto.
La segunda forma de abordar el estudio del autoconcepto, corresponde a la aplicación del método científico o investigación experimental.  Cuya implementación inicial se sustenta siempre en una revisión bibliográfica sobre el autoconcepto. Para ello se puede recopilar solo lo que algunos autores dicen del tema; por ejemplo Valencia (2001), quien se refiere a filósofos como Aristóteles, Platón,  Sócrates y San Agustín, autores que ella considera dan las bases para la conceptualización del autoconcepto. Hay también otros autores, por ejemplo Fabela (1984), José Luis Valdez (1989,1991 y 1994) y Díaz Loving, Reyes Lagunes y Rivera Aragón (2002) quienes analizan el autoconcepto, a fin de cuestionar, ampliar o complementarlo, con el objetivo contribuir a la definición del autoconcepto. Con esto se estudian diversos autores, desde la psicología[8], la psiquiatría[9] y los psicoanalistas[10] analizan el autoconcepto[11].
Una última fuente de investigación documental del autoconcepto, lo ha sido el análisis de las definiciones de diccionario de dicho término, tanto en español, como en ingles, alemán y francés. Agregando a ello la revisión de la gramática relacionada con el tema. Por ejemplo, en 1984[12], cuando se dividió el término en sus componentes “auto-” y “-concepto”.
Malinowski (1993), desde la antropología, se introduce en el pensamiento mágico y animista del ser humano, que se relaciona con el pensamiento egocéntrico del hombre, al referir a sí mismo o a la persona misma, en el prefijo “auto-“[13]. Introduciéndose con ello, el motivo por el que adquiere relevancia el término autoconcepto.
Ahora bien, desde el pensamiento psicoanalítico, psiquiátrico y psicológico, interesan los argumentos y conclusiones con respecto al autoconcepto, combinado con el análisis de términos y la gramática, pues ello permite concluir, que conceptos pueden ser relacionados con el autoconcepto. Por ejemplo, el yo y el sí mismo son sinónimos si se les define como persona y no como estructura psíquica.
Con los psicólogos sociales, se amplió la importancia de cómo los demás ven al sujeto o lo que dicen de estos, para la definición sobre el autoconcepto. Con esto se introduce la importancia de la subjetividad, de la persona evaluada, la que determina cómo es incorporado lo que dicen los demás y como es en la realidad el mismo sujeto. Ambas cuestiones, parciales son útiles si son verbalizados por el mismo sujeto.
Al estudiar poblaciones determinadas, a fin de conocer la manera en que diferentes factores o situaciones, afectan o determinan el autoconcepto, los instrumentos más empleados han sido: la escala de autoconcepto de Tennessee de Fitts, estructurada en 1965; que consta de cien afirmaciones autodescriptivas[14]; y el Cuestionario de autoestima de Coopersmith[15], con veintiún reactivos con frases autoafirmativas, que permiten decir si el encuestado tiene una alta o baja autoestima. Con ellas, se evaluaron las características del autoconcepto[16], de sujetos que se encontraban en una determinada situación; por ejemplo, en reclusión legal, en la escuela de orientación para menores infractores[17] o reclusorio varonil para adultos[18]; en situación de internamiento hospitalario por alcoholismo[19] o edad avanzada[20]. También se evaluaron sujetos en determinada etapa del desarrollo del ser humano, como la adolescencia[21]; o bien, sujetos que se encontraban en situación especial, como el divorcio de los padres[22], etcétera. García, Musitu, y Veiga (2006)[23] investiga el autoconcepto en determinados problemas de conducta como: la adicción al tabaco y al alcohol; dificultades en las relaciones padre-hijos o entre hermanos; bajo rendimiento académico[24] o violencia intrafamiliar; la existencia o ausencia de bienestar, tanto mental o de salud mental[25].
En (1995) se reporta la escala de autoconcepto (BAE) en el MMPI-2[26] y el autoconcepto contenido en la escala clínica de introversión social[27].
Otra forma de investigar incluyen el autoconcepto[28], es el caso de La Rosa (1986), quien en México conformó un instrumento de medición, que diferencia diversas áreas correspondientes al autoconcepto; con las características de la población mexicana, en población mexicana. Todos instrumentos basados en el diferencial semántico de Osgood[29]. Otros que han realizado investigaciones al respecto, son José Luis Valdez (1989, 1991 y 1994), con sus redes semánticas; Díaz Guerrero (2007) y Díaz Loving, Reyes Lagunes, Rivera Aragón, (2002), con sus estudios etnopsicológicos del mexicano.
Anteriormente, Frías (1991) realizó la revalidación de las escalas existentes como la escala de autoconcepto de Tennessee, al correlacionar sus resultados con el diferencial semántico de Jorge La Rosa. El interés fue la validación de un instrumento norteamericano, con un parámetro de una prueba elaborada por un mexicano y para mexicanos.
Las investigaciones de Beckman, 1978; Balzaretti y López, 1981; Castillo y Tena, 1982; Fabela, 1984; Aranda, 1987; Chapper, 1991; Hathaway y Mckinley, 1995; Sánchez López,  Aparicio García  y Dresch, 2006 evaluaron los efectos o cambios, que diversas situaciones (alcoholismo, reclusión lega u hospitalaria, evaluación psicológica o alteraciones emocionales) a que es expuesto el ser humano, han afectado al autoconcepto de estos, en ocasiones de manera negativa.
Es de importancia Sánchez López, Aparicio García y Dresch (2006), en España, relacionan la ansiedad, la autoestima y la satisfacción autopercibida como predictores de la salud, entre hombres y mujeres[30]. Encontrando que sus resultados indican que las variables psicológicas (ansiedad, autoestima y satisfacción) no predicen los índices de salud física objetiva (visitas al médico, enfermedades crónicas). Pero sí explican la varianza en el caso de los índices de salud física subjetivos. Según los resultados no se encontraron diferencias según sexo en las variables enfermedades crónicas como la ansiedad motora, autoestima y satisfacción vital. Para dicha investigación se empleó la escala de autoestima de Rosenberg (RES).
García, Musitu y Veiga (2006), en España y Portugal, estudian el cuestionario AF5[31] en población adulta española y portuguesa. Concluyendo que dicho instrumento es recomendable para medir multidimensionalmente el autoconcepto, especialmente la versión española que se encuentra comercializada y baremada. Quedando pendiente la ampliación del trabajo con la adaptación portuguesa. Los resultados del análisis factorial confirmatorio ratificaron que el modelo teórico pentadimensional, del autoconcepto, profesional/académico, social, emocional, familiar y físico, propuesto por los autores proporcionaba una explicación de los datos más adecuados que los dos modelos teóricos alternativos: el unidimensional y el ortogonal (ocho dimensiones) del autoconcepto.
Alzate, Laca y Valencia (2004), estudiaron la relación entre patrones de la toma de decisiones, la forma de afrontamiento de los conflictos y la autoestima[32]. Encontrando en ambos estudios, la conclusión de que la toma de decisiones tiene como su origen los factores individuales, más que los culturales. Contrario a esto, a la afirmación de otros estudios, incluso, de que los diferentes grupos sociales y la familia tienen influencia en la toma de decisiones en las culturas del Este. Así mismo, que la autoestima influye, como mediadora,  entre los tipos de afrontamiento y los patrones de tomas de decisiones. De tal manera, entre más alta sea la autoestima, menores las contradicciones entre los patrones de toma de decisiones y los estilos de afrontamientos de conflictos. Para dicha investigación, los autores utilizaron las versiones del Flinders D. M. Q[33]. de 1982 y Melbourne D. M. Q. de 1997.
Acevedo (1998), se preocupa por conocer el “nivel de autoestima, en hombre internados en un reclusorio, por haber cometido el delito de robo con violencia”, concluyendo que esta es baja. Este nivel se debe a las características particulares que los sujetos tienen, como son: el venir de familias desorganizadas e incompletas y con antecedentes de maltrato infantil. Para el estudio, por el cual obtuvo tales conclusiones, el autor empleo como instrumento de medición, el inventario de autoestima de Coopersmith[34]; en una muestra poblacional de cuarenta y un sujetos.
En la construcción del diferencial semántico La Rosa (1986) en su tesis doctoral, concluye que: “La consistencia interna de la escala total, elaborada por él, fue de = 0.94, lo que da una medida global de la autoestima“[35]. Esto permite decir, “que lo que uno piensa de sí mismo, como se describe y como se evalúa será un buen predictor de la salud mental, integración social, integridad ética y éxito ocupacional” (pág. 1).
Revisar a Anderson[36], es de importancia porque menciona cierta variedad de instrumentos psicométricos relacionados con nuestra temática[37], como son: la escala de autoconcepto del estudiante (SSCS)[38], de Elliott y Evans-Fernández (1993), basada en la teoría de Bandura de la autoeficacia;  el inventario de autoconcepto personal y académico (PASCI)[39], de Fleming y Whalen (1990); la lista de verificación de adjetivos (ACL)[40], como la de Gough y Heilbrun (1983); la Clasificación Q[41], de Stephenson (1953); el Diferencial Semántico de Osgood (1957). Su característica principal es que los mismos, son instrumentos, que se han utilizado en México pero que tienen su fundamentación y elaboración en países con una cultura diferente a la nuestra.
Díaz Guerrero (2007), realiza un estudio de gran amplitud con adolescentes, a través del uso del instrumento de evaluación denominado El diferencial semántico. Investigación, que aborda a la población hispana desde los Estados Unidos de Norteamérica, hasta América del Sur, incluyendo específicamente a la población mexicana. De ahí el título de su texto, como Psicología del mexicano. Con respecto a los conceptos, delimita la importancia del yo, ya que es uno de los seiscientos[42] adjetivos que el utiliza. Considerando al mismo desde diferentes aspectos como son:
q  Valoración del yo.
q  Fuerza o poder del concepto del yo.
q  Grado de dinamismo del yo.
q  Intensidad del significado afectivo del concepto del yo.
Estos a su vez los relaciona con otras variables y de las cuales deducirá más tarde conclusiones acerca de cómo son los adolescentes mexicanos y que son:
q  Concepto de la categoría continúo de la edad.
q  Categoría de los conceptos del parentesco.
q  Concepto de la categoría de masculinidad femineidad.
q  Concepto de la categoría del yo, el otro y lo demás.
q  Concepto de las diversas ocupaciones.
Estudio etnopsicológico de importancia por que retoma al yo y su descripción, lo cual puede conceptualizarse como la descripción del autoconcepto, como sinónimos, que se verá más adelante en en el siguiente capítulo.
José Luis Valdez (1991) investiga el autoconcepto, mediante el uso de las redes semánticas. Una de sus conclusiones interesante, esta relacionado con el autoconcepto, la rebeldía y los adolescentes, ya que dicho autor, no reporta consistencia estadística en tal factor. Importante porque diversos teóricos consideran a la rebeldía como algo inherente a los adolescentes. De manera similar ocurre con lo que correspondería al yo físico de Fitts (1965) y las imágenes que se tiene por los demás integrantes de la sociedad en que vive el adolescente. Explicando el autor esto de la manera siguiente: que el adolescente, que se encuentra en una etapa de transición; y que por lo tanto no posee un autoconcepto estable en dicha época. Y que este se estabiliza solo al llegar a la etapa de la preparatoria.
Los autores Robinson, Wrigtsma y Shaver (1991), interesados en la medición de la personalidad desde la perspectiva de la psicología social y las actitudes, refieren un breve resumen de algunas de las escalas o cuestionarios más empleados en los Estados Unidos de América con respecto a la autoestima o el autoconcepto de los seres humanos. Ofreciendo en cada una de ellas sus estudios de confiabilidad y validez como instrumentos de medición. En todos los casos con un adecuado nivel de significancia para ambos parámetros. A través del coeficiente de Cronbach se logran incluso niveles de 0.90 y aunque menores los niveles de significancia relacionados con la validez, en muchos de ellos por validación con criterios externos por la administración de escalas o cuestionarios paralelos, el valor obtenido es aceptable. Encontrando que las escalas siguientes: la escala de estima corporal (Franzoi y Shields, 1984), el Inventario de evaluación personal (Shrauger, 1990), el cuestionario de autodescripción (Marsh, Smith and Barnes, 1983), la escala de  autoconcepto Tennessee (Roid y Fitts, 1988), el Perfil de autopercepción para niños (Hater, 1985), la escala del autoconcepto de Piers-Harris para niños (Piers, 1984), la autoestima social (Ziller, Hagey, Smith and Long, 1969), el inventario conductas sociales de Texas (Helmereich, Stapp and Ervin, 1974), el Inventario de autoestima (Coopersmith, 1967), la escala de sentimientos de inadecuación  (Manis and Field, 1959), la escala de autoestima (Rosenberg, 1965) mostraron que son de utilidad como cuestionarios, para evaluar el autoconcepto o áreas específicas del autoconcepto.
Ramírez (2001) considera que la actitud de los padres o de los integrantes de los núcleos escolares en los cuales se integran los discapacitados, tiene un efecto sobre la formación de su autoconcepto, independientemente de si tal actitud es positiva o negativa, para el afectado.
Valdez Calderón (2001), para evaluar la autoestima, emplea el Inventario de autoestima de Coopersmith para adultos, utilizado por Lara, Verduzco, Acevedo y Cortez en 1993. En tanto que para el autoconcepto se empleo la Escala de autoconcepto de Tennesee en su forma “C”.
Reidl (2002) indicaba en su estudio sobre la envidia y los celos en población rusa y mexicana, que:

“En psicología, para conocer el significado de los conceptos se utilizan diversos métodos entre los que destacan: la asociación libre (Schimmark y Reisenzein, 1997), el sistema asociativo de grupos (Díaz Guerrero y Salía, 1993), la asociación controlada (Reidl, 1994), redes  semánticas (Reyes, 1993) y el diferencial semántico (Osgood, Suci y Tennenbaum, 1957) entre otros” (pág. 144).

Concluyendo en su investigación de los mencionados conceptos en lo siguiente:

 “Al comparar a los varones de los dos países (México y la Unión Soviética), se encontró que los soviéticos son más dependientes, celosos y tienen una autoestima más baja que los mexicanos; las soviéticas son más celosas, dependientes, desconfiadas y con una menor autoestima que las mexicanas; que los mexicanos (hombres y mujeres) se preocupan más por las relaciones interpersonales y los varones mexicanos son más celosos”.
“Por lo que toca a las diferencias de género, en el caso de México, las mujeres son más celosas que los hombres, y ellos aceptan menos la independencia de la pareja y apoyan más la exclusividad social y sexual, son menos envidiosos y su autoestima es más dependiente. Las mujeres, son más ambivalentes hacia la relación y hacia sí mismas, y confían menos en sus parejas. Por lo que toca a los soviéticos, las mujeres son más celosas, envidiosas y ven más amenazada su autoestima; en el caso de los varones, confían menos en sus parejas” (pág. 148).

Son citas que especifican algunas de las características de los mexicanos al evaluar dicha población y compararla con la soviética, con los instrumentos mencionados en su estudio.
Reild, en el 2002, reafirma sus conclusiones encontradas; en colaboración con Díaz Guerrero (1998) que la envidia, los celos, la autocrítica y la vulnerabilidad de la autoestima son factores que amenazan a la autoestima. Así mismo, Valencia, Vargas y Sierra (1998) dicen que los celos y la envidian afectan la autoestima laboral, tanto de hombres como de mujeres.
Dichos conceptos, celos y envidia, a su vez los relaciona con otras variables y de las cuales deducirá más tarde conclusiones acerca de cómo son los adolescentes mexicanos, por ejemplo en el concepto de la categoría continúo de la edad hay las:
q  Categoría de los conceptos del parentesco.
q  Concepto de la categoría de masculinidad feminidad.
q  Concepto de la categoría del yo, el otro y lo demás.
q  Concepto de las diversas ocupaciones.
Doménech (2003) investiga diferentes aspectos donde  relaciona la seguridad en sí mismo y la valencia, positiva o negativa, del autoconcepto. Afirmando, que si hay  o no seguridad en sí mismo, habrá un autoconcepto positivo o negativo respectivamente. Siendo el dominio de una habilidad, que posibilita el dominio del cuerpo para involucrarse en el deporte, y la percepción social, aquellos que mejoran la seguridad personal y favorecen un autoconcepto positivo. Señalando, que puede haber en el ser humano otras maneras, de desarrollar un autoconcepto o autoestima que sea positivo o negativo. Concluyó que el autoconcepto es mejor o más alto en las mujeres que en los hombres. Relacionado esto con mayor presión que sobre el hombre deportista existe, por tradición cultural. Al respecto, no se refiere ella, no a lo físico de los sexos, sino a los roles sexuales de femenino o masculino como los factores que favorecen la existencia de un más alto nivel de autoconcepción. Por otra parte, afirma que en el deporte la apariencia física no es de importancia desde el punto de vista competitivo. Es la habilidad física o el rendimiento físico lo que llevará a un deportista a triunfar o tener éxito en el deporte de su elección, siendo el lugar que alcance, en especial el ganar, es lo que elevara su autoconcepto.
De acuerdo a los autores (Mullis, Mullis y Normandin, 2004), múltiples aspectos del ser humano han sido estudiados en relación a la autoestima o el autoconcepto. Por ejemplo, con el uso de drogas, aprovechamiento académico y delincuencia juvenil, encontrándose relaciones positivas en dichas variables. Otras variables estudiadas serían: las diferencias por sexo y nivel socio-económico. Los autores[43] señalan que las diferencias de edad y la autoestima, han sido poco estudiadas, como se han estudiado otras variables. Su investigación[44] se ha realizado a través de diseños metodológicos de corte transversal (cross-sectional) y longitudinal. En base a la bibliografía reportada por los mencionados autores, específicamente con adolescentes, el diseño transversal indica diferentes grados de relación entre edad y autoestima o autoconcepto. En tanto que en el diseño longitudinal, los más drásticos, grandes y dramáticos cambios en la autoestima o autoconcepto coinciden con la adolescencia.
Mullis, Mullis y Normandin (2004) usaron como medida de la autoestima los puntajes del Inventario de autoestima de Coopersmith (Coopersmith, 1981), con mil ciento setenta y ocho estudiantes de High School, entre catorce y diecinueve años. En total, doscientos sujetos integraron la muestra para el estudio longitudinal, a los cuales se les administro el instrumento en tres años consecutivos. Las conclusiones obtenidas fueron las siguientes:
1. Que la edad influye en el grado de autoestima o autoconcepto, siendo mas drásticos los cambios observados en la muestra longitudinal que en la transversal.
2. Que desde un punto de vista intra-sujeto, hay relación entre la consistencia de la autoestima o autoconcepto y la edad, incrementándose la segunda con la edad.
3. No hay diferencia estadística significativa entre autoestima y grado escolar. Es decir, que no importa en que grado escolar se encuentren los sujetos, ello no es determinante del nivel de autoestima.
4. No hay diferencia estadística entre autoestima global o autoconcepto y diferencias sexuales. El sexo masculino o femenino no es importante para determinar en nivel de autoestima o autoconcepto.
5. De acuerdo a sus definiciones de estratos socio-económicos, los autores, no tienen datos concluyentes sobre la relación  entre nivel socio-económico y autoestima o autoconcepto, tal como lo refería la bibliografía consultada por los autores.
Ellis y Davis (2009) utilizando la autoaceptación, la autoobservación y el autorreporte, basan sus investigaciones del autoconcepto en los inventarios de autoobservación  como la escala de autoobservación (S.O.S.) delimitando que dichos procesos mentales son de importancia para la evaluación de un sujeto determinado.
Newell, Hamming, Jurich y Jhonson (2009) basan sus hallazgos en el empleo de la Escala de autoconcepto de Tennessee y concluyeron:
1. Que la muestra de sujetos adolescentes estudiada tenían un bajo autoconcepto.
2. Eran más abiertos a la autocrítica, aunque sin gran diferencia con respecto a los demás.
3. El grupo de adolescentes investigado se caracterizaba por una general conflictiva en la autopercepción, mostrando contradicción y confusión; situación que según los autores sería esperada en los adolescentes, como lo indica Jurich, 1987, citada en el texto.
4. Presentaron una pobre opinión de su apariencia física[45]. Manifestando descontento con su moralidad y relaciones con Dios[46].
5. Con sensaciones de poco valor personal[47].
6. Con fuertes sentimientos de ser indignas en sus familias o su entorno social.
7. Manifestaron además una baja autoestima.
8. De acuerdo a las características evidenciadas por la Tennessee self-concept scale, el bajo autoconcepto general es coincidente con lo esperado en la adolescencia, según las teorías e investigaciones de otros autores, citados por los investigadores del presente texto.
9. Por último, que el desarrollo psicosocial del individuo es importante en la determinación de sus hábitos alimenticios. Por ejemplo, encontraron una correlación negativa entre las dietas ricas en dulces y carbohidratos con un yo físico; el cual nos refiere a la pobre opinión que la muestra investigada tiene de su apariencia física.
Partiendo, el autor Svobodny (2009), de la aceptación de la hipótesis de que el uso de las drogas en el adolescente se asocia con un bajo autoconcepto y un pobre desarrollo académico, compararon las tres variables mencionadas entre dos grupos, uno de los usuarios de drogas y otro sin consumo de sustancias; para ello utilizaron como instrumento de medición del autoconcepto The Piers-Harris children´s self-concept scale (Piers E., V., 1969). Sus hallazgos relacionados con el autoconcepto fueron:
1. De acuerdo al test aplicado, los usuarios adolescentes de drogas presentan más bajo autoconcepto que los no usuarios de drogas.
2. Solo existe relación en el área de conocimiento y el autoconcepto, no habiendo correlación con su desarrollo académico general en los usuarios adolescentes de drogas.
3. Que los antecedentes del adolescente como usuario de drogas no fueron un buen predictor del autoconcepto; que en la muestra estudiada se considera bajo y que se caracteriza por relaciones interpersonales inadecuadas e inhabilidad para enfrentar los problemas precipitantes del uso de drogas.
4. De las entrevistas personalizadas, también se concluye que hay una pobre autoimagen entre el grupo de adolescentes usuarios de drogas.
5. Los autores consideran que la baja autoestima afecta la habilidad para el establecimiento de relaciones primarias con otros.
Díaz, Reyes y Rivera (2002), abordan el autoconcepto desde el punto de vista de los procesos etnopsicológicos, buscando la medición de la mencionada variable.
Ellos utilizan un instrumento que consta de ciento diez reactivos, con un formato de respuestas pictóricas, basados en los instrumentos etnopsicológicos desarrollados por La Rosa y Díaz Loving (1991) y José Luis Valdez y Reyes Lagunes (1993) para medir el autoconcepto en México.
Esto lo hacen bajo la premisa de que la personalidad y las conductas sociales se derivan de componentes socioculturales de un pueblo y las características biopsíquicas de cada individuo. Encontrándose con la existencia de siete factores, teórica y estadísticamente significativos, que son: El social afiliativo-normativo, el control externo negativo-pasivo, el emocional afiliativo-interdependiente, el rebelde negativo-autoafirmativo, el obediente afiliativo, el moral interno y el control interno instrumental-positivo.
Más cercano a la población de la presente tesis, se da con Acevedo (1998), el cual estudia el “nivel de autoestima, en hombres privados de  la libertad, por el delito de robo con violencia”, concluyendo que esta es baja. Señalando, que el ochenta y ocho porciento de los sujetos investigados, tienen características particulares, como el venir de familias desorganizadas e incompletas, con antecedentes de maltrato infantil, los cuales son los motivos de dicha autoestima baja. Como instrumento de medición se empleó el inventario de autoestima de Coopersmith; en una muestra poblacional de cuarenta y un sujetos, con edades entre los veinticuatro y los treinta años de edad, con proceso por delito de robo con violencia. Una conclusión más, se relaciona con la consideración de que a mayor edad de los sujetos, se da un ligero pero mayor decremento de la autoestima. De la entrevista de los sujetos experimentales, se concluye que el setenta y ocho porciento, a pesar de su declaración de ser primodelincuentes, son reincidentes[48].
Desde el área criminológica, Silva (2003), se refiere al autoconcepto de los delincuentes en general y de los hombres que presentan una conducta antisocial. Afirmando que:

“El delincuente que es procesado o que ha sido sentenciado se halla en una situación muy concreta en la que pierde de primera instancia la libertad de elegir, la cual desde la infancia es una de las variables que permite a cada persona configurar una imagen o un modo de ser que lo hace sentirse bien o mal consigo misma, según el resultado de la experiencia de elegir, además le permite estructurar un autoconcepto y adquirir, consciente o inconscientemente, una autoestima” (pág. 276).

Siendo dicha autoestima o autoconcepto, la primera que se ve afectada por el encarcelamiento, lo cual se da por la pérdida de su estatus, de sus roles e identidad que la libertad le daba. Pero tan importante que señala que el autoconcepto debe ser uno de los factores a diagnosticar y evaluar en la propuesta de tratamiento psicológico rehabilitatorio de los delincuentes. Esto es posible según Silva (2003), porque la autoestima esta íntimamente relacionada con los índices educacionales. Aunque el autor se refiere al efecto de la educación sobre el autoconcepto y la autoestima, hay que considerarla desde el punto de vista del tratamiento de los delincuentes ya que al menos en México, la educación es un derecho y parte integral del tratamiento institucional para prevenir la delincuencia y apoyar la rehabilitación de los sujetos que se vieron involucrados en una comisión delictiva.




[1] Valencia, 2001.
[2] filósofo de la Grecia antigua del siglo IV antes de Cristo.
[3] (Sócrates, citado en: Campillo, 1989.
[4] Hernández Sampieri, Fernández y Baptista, 2006.
[5] En Libert y Spiegler (2006) en su aproximación fenomenologista están: Rogers, Maslow, Kelly; y en la aproximación cognoscitiva social están: Tolman, Rotter, Bandura, Mischel, Cantor, Markus, Higgins, Linville, Showers; y otros más abordados en su texto “Personalidad: Estrategias y temas de Libert y Spiegler.”Y en Cueli y Reidl (2008) los autores revisados incluyen a Catell, Klein, Erikson, Eysenck, Adler, Allport, Guilford y Murray; los cuales no son los únicos tratados en su libro de “Teorías de la personalidad”. En ambos casos los demás autores no son mencionados, por que su conceptualización no es de utilidad para la temática del autoconcepto.
[6] Aisenson (1969), Fabela  (1984),  Hernández (1986), La Rosa (1986), Nava (1986), Rajabally (2009), Verduzco y Lara Cantú (1989), Psychological self-help.htm, 2003, Daniels, 2003, Díaz Atienza (2005),  Ainhoa y Pérez, (2005).
[7] Iniciada por un servidor, Fabela, 1984.
[8] Rogers, Maslow, Kelly, Tolman, Rotter, Bandura, Mischel, Cantor, Markus, Higgins, Linville, Showers, Catell, Klein, Erikson, Eysenck, Adler, Allport, Guilford y Murray, etcétera.
[9] Solomon y Patch, 1972; Patiño, 1980; Kolb, 1992; Ey, 2006; etcétera.
[10]Freud, Blos. Klein, Kernberg, Fenichel, Lacan, Díaz Portillo, etcétera.
[11] Una veta aún poco explorada, es la de los novelistas y literatos; muestra de ello es el texto de “Metamorfosis”, de Ovidio o “Resurrección” de Tolstoi (del cual el epígrafe del primer capítulo es una muestra); otro ejemplo más de interés, lo podría ser, uno de los personajes descritos por Gogol (1985), en su novela de las “Almas muertas”; donde el autor realiza una excelente descripción, en varias páginas, de un caso de neurosis obsesiva compulsiva, etcétera.
[12] Fabela.
[13] Interesante por ello la sentencia que dice: “que el hombre mide o entiende su entorno a partir de sí mismo”.
[14] Dentro de estas investigaciones encontramos la de Castillo Marrón y Tena (1982), Fabela (1984), con pacientes alcohólicos en tratamiento intrahospitalario; Monroy Ahumada (1987), Ochoa Baraojos (1987), Jiménez Reyes (1990), etcétera
[15] Verduzco y Lara, 1989; Acevedo, 1998.
[16] de acuerdo a la escala de autoconcepto de Tennessee
[17] Castillo y Tena, 1982.
[18] adultos varones, recluidos legalmente por haber cometido el delito de robo con violencia, en  Acevedo, (1998).
[19] Fabela, 1984.
[20] Jiménez, 1990.
[21] Ochoa, 1987.
[22] Monroy, 1987.
[23] García, Musitu y Veiga, 2006.
[24] población infantil con problemas de atención y aprendizaje, como en Verduzco y Lara (1989).
[25] Sánchez López, Aparicio García, y Dresch, 2006.
[26] Hathaway y Mckinley, 1995.
[27] Io o 0; Lucio (1995) y Hathaway y Mckinley (1995).
[28] La Rosa, 1986; Jose Luis Valdez, 1989, 1991 y 1994; Hathaway y Mckinley, 1995; Díaz Loving, Reyes y Rivera, 2002.
[29] Osgood y sus colaboradores investigaron la psicología de significado, encontrando que su instrumento permitía también la investigación de la personalidad. Para ello se valían de un procedimiento estandarizado y cuantificado, que permitía la valoración de un concepto en una escala grafica de siete puntos; relacionados más o menos con un par de adjetivos opuestos, que se aplicaban al concepto investigado; por ejemplo bueno-malo, en relación a sí mismo. De esta manera se integraron cincuenta escalas de series de adjetivos bipolares. Con ello se obtenían puntajes positivos y negativos que correspondían a los factores de evaluación, potencia y actividad, deslindados de su series de adjetivos pares opuestos.
[30] La muestra total fue de quinientos sujetos españoles, trescientas  mujeres y doscientos hombres; los cuales se dividen en subgrupos de personas que trabajan o están desempleadas.
[31] AF5, Escala multidimensional del autoconcepto de García y Musito, elaborada en 1999, en Portugal y España, basado en el modelo teórico de Shavelson, Hubner y Stanton, de 1976. Integrado de noventa y nueve ítems, distribuidos de manera a priori en cinco dimensiones del autoconcepto. Con respuestas de tipo dicotómicas, SI y NO, como por ejemplo: Mi familia me aborrece. Cabe señalar, que la escala presentada, cuenta con ítem de valor positivo y de valor negativo, a fin de evitar las distribuciones asimétricas al dar tratamiento estadístico a las respuestas de la población.
[32] Considerando aquí a la autoestima como sinónimo del autoconcepto, para el presente capitulo.
[33] D. M. Q. Decision Making Questionnaire, el de Flinders de treinta y un ítem, y el de Melburne de veintidós ítem. Ambos instrumentos evalúan seis escalas que son: vigilancia, hipervigilancia, evitación defensiva, postergamiento y evitación especialmente, el dejar pasar y la racionalización.
[34] El instrumento cuenta con veinticinco preguntas cerradas, a las cuales se responde sí o no. Con ello se obtiene uno puntajes si hay coincidencia con las respuestas señaladas por Coopersmith, que en caso de ser alto el puntaje, corresponde a una autoestima alta o si este es bajo significaría que hay una autoestima baja.
[35] pág. final del resumen de su tesis doctoral.
[36] Citado por Anastasi y Urbina, 1998.
[37] Desarrollados en los Estados Unidos de Norteamérica.
[38] Dicho instrumento evalúa tres áreas del autoconcepto, mediante el uso de frases autodescriptivas, que son: académica, social y autoimagen. Obteniéndose para ello un puntaje, a partir de la consideración de que tan importante son los reactivos que le son presentados o que tanta confianza tiene en poseer ciertos atributos o hacer ciertas cosas que le permiten obtener ciertos resultados. El instrumento se aplico con sujetos de nivel escalar elemental y secundario.
[39] Consiste en preguntas cerradas autodescriptivas, similar al SSCS, aunque este se administra a sujetos con nivel escolar secundario y universitario. Su sustento teórico es el modelo jerárquico multifacético del autoconcepto de Shavelson. Consiste en una escala global de autoestima y seis escalas adicionales; donde dos ven la ansiedad social y la aceptación social, en relación al autoconcepto; otras dos evalúan aspectos relacionados con la apariencia y capacidad física; mientras dos más se relacionan con la habilidad para las matemáticas y la verbal.
[40] Dicho instrumento presenta una lista alfabética de trescientos adjetivos, en la cual el sujeto marca los adjetivos que cree lo describen. Con ello se evalúan treinta y siete escalas, relacionadas con la predisposición de la respuestas, las quince necesidades de Murray, la importancia de la conducta interpersonal y las relacionadas con las teorías de la personalidad de Berne y la teoría de la creatividad y la inteligencia de Welsh.
[41] Consiste en la elección forzada en un conjunto de tarjetas, de afirmaciones o  nombres de rasgos; las cuales deberá clasificar si son muy características o poco características de sí mismo. Es importante considerar que este instrumento es capaz de informar acerca los rasgos del individuo, pero que no permiten la comparación de los mismos con otras personas.
[42] Conceptos obtenidos por Díaz Guerrero y sus colaboradores, de acuerdo a la técnica del diferencial semántico de Osgood.
[43] Mullis, Mullis and Normandin, 2004.
[44] Idem.
[45]  physical self; en su texto del “Miedo a la libertad” Fromm (1977) se a dicho concepto.
[46]  moral-ethical self; en su texto del “Miedo a la libertad” Fromm (1977) se a dicho concepto.
[47]  personal self; en su texto del “Miedo a la libertad” Fromm, 1977 se a dicho concepto, el cual se traduce como yo invidiual.
[48] Reincidente porque no es la primer vez que comenten un mismo delito