CAPITULO I. REVISIÓN TEORICA. c) DESCRIPCIÓN DEL AUTOCONCEPTO.
La definición
misma, no solo evita el carácter inicialmente deslindado, “ambigüedad, vaguedad
y confusión”, sino que simultáneamente, permite deslindar otras
características, que a su vez contribuyen a la definición.
El autoconcepto puede ser observable.
Acción que se da de manera indirecta, por el reporte o el registro que un
sujeto hace de él mismo o bien de las diferentes facetas que lo componen.
Reporte que es emitido verbal y directamente por el evaluado,
como en el caso de las redes semánticas,
y el diferencial semántico.
O registrado por medio de los cuestionarios o escalas del autoconcepto,
como en el cuestionario de autoconcepto de Tennesse o el cuestionario de
autoestima de Coopersmith.
Algunos de los métodos de evaluación del
autoconcepto, lo hacen de manera global exclusivamente, como en el caso de
Coopersmith, cuya escala solo da un
valor alto o bajo de autoestima.
Considerando a la autoestima como un sinónimo del autoconcepto.
Otros calificativos para referirse al autoconcepto es que puede ser elevado o
“bueno”.
En cambio,
otros cuestionarios del autoconcepto, especifican diferentes componentes o con
partes integrantes de este, como en el caso de Fitts (1965).
En su escala de autoconcepto incluye los puntajes siguientes: uno global del
autoconcepto, uno para el marco referencial interno y otro para el externo; uno
para el yo físico, familiar, ético-moral, social y personal.
La gran
difusión que han tenido la escala de autoestima de Coopersmith y la escala de
autoconcepto de Tennessee, tanto en México como en Estados Unidos, permiten
afirmar que el autoconcepto es susceptible de medición
de acuerdo a los parámetros metodológicos de la psicometría o de la
construcción de instrumentos psicométricos.
La escala de Tennessee, por la variedad de aspectos que puede evaluar del
autoconcepto, nos ha servido de modelo para la integración de nuestra escala de
medición para internos de los C.P.R.S. del estado de México.
Todos los autores
referidos hasta el momento, han incursionado en los métodos o instrumentos de
medición desde una perspectiva valida y confiable,
lo que ha permitido su difusión y uso en Estados Unidos y México.
Desde esta
perspectiva se puede afirmar que el autoconcepto es cuantificable.
Es decir, que se puede analizar asignándole un número o una calificación a la
mencionada variable o a alguna de sus facetas o rasgos. Empleando para ello,
escalas de medición tipo nominal, que son muy utilizada en la investigación de
conceptos psicológicos. Logrando con esto una manera más objetiva, valida y
confiable de conocimiento y medición.
De este modo la creación y el uso de un cuestionario permite mediante números
la descripción del autoconcepto,
haciéndola así más objetiva. Ejemplo de esto el MMPI-2, que en su
reestandarización en México (1995) contempla, una escala de autoestima (BAE),
la del autoconcepto, contenida en la escala clínica de introversión social;
la escala suplementaria tradicional de Fuerza del yo;
la escala suplementaria adicional de responsabilidad social;
la escala del género masculino femenino;
y la escala de autoalineación
de la subescala de Harrison-Lingoeso. Escalas, que por su contenido pueden ser
formas indirectas de evaluación
del autoconcepto. De esta manera se conjunta tanto la evaluación directa o
indirecta como metodológica. Otro ejemplo de esto lo da Anastasi y Urbina
(1998), al referirse a las encuestas de temperamento de Guilford-Zimnerman
(pág. 408), el Inventario Multifacético de la personalidad de Minnesota (MMPI)
(pág. 412) y el inventario de las dimensiones de temperamento de (Anastasi y
Urbina, 1998).
Anastasi y Urbina (1998) también abordan uno
de los principales problemas que implica este tipo de medición, como lo
refieren en la cita siguiente:
“Un tercer problema es la disponibilidad del
evaluado a revelar las formas como se percibe o como se siente el mismo. Para
los inventarios de personalidad, la respuesta franca y honesta por parte del
examinado es esencial para una imagen valida... Los evaluados... suelen
<<aparentar bien>> o <<aparentar mal>> los inventarios
autodescriptivos (Yonge y Heist, 1965), aunque suelen ser menos capaces de
simular patrones particulares de ventajas o desventajas...” (pág. 419,
Thorndike y Hagen)
Lo importante de la cita anterior, también,
son los términos autodescripción y autoconocimiento pues involucran lo verbal,
mediante el uso del lenguaje y la comunicación. Lo cual implica que el
autoconcepto, la descripción o el conocimiento que una persona tenga de sí
mismo, deben ser externado y conocido por medio de las verbalizaciones (Licona,
2008) que hagan ellos mismos.
Otras formas
indirectas de evaluación del autoconcepto, los indica Acevedo (1998), quien
afirma, que la autoestima es “…un juicio personal…”, que puede ser evaluado
“…por informes verbales y otros comportamientos…”. En el último caso, se
considera que la observación directa del sujeto permite deducir, hipotetizar o
concluir acerca del autoconcepto.
Método que en este estudio no se empleará.
Considerar
el interés por observar, medir y cuantificar, una variable determinada,
introduce el interés por conocerla y prever su desarrollo, con el fin de
alcanzar un óptimo nivel de funcionamiento humano; o favorecer su modificación,
en especial cuando así se le considera necesario, como en casos de conflictos,
patologías o inadaptación. Es decir, que no siempre y en todos y cada uno de
los sujetos, se tiene una misma autoconcepción o se llega a un mismo y único
nivel de desarrollo; aunque si puede haber un ideal del mismo.
Implícitamente
esto asigna al autoconcepto dos características más, qué son: ser modificable
y predecible. Este último carácter es de importancia, ya que se relaciona
directamente con el interés por la medición y cuantificación del autoconcepto;
pero también en las perspectivas de un pronóstico de la evaluación o desarrollo
de un individuo, hacia la salud o la enfermedad.
Específicamente, en relación a la importancia a las características del
autoconcepto y su importancia para el tratamiento o el cambio de las personas,
los reafirman Osman, 1988; Franco, 2006; Ainshoa y Pérez, 2008.
De una
manera diferente, al hablar Valencia (2001), de que se puede incrementar o
decrementar el yo ideal o real, se habla de dicha capacidad para modificarlos.
Desde este
punto de vista, es de importancia la concepción del profesor Romi (2008), quien refiere, en el
desarrollo de su temática de los delincuentes sexuales lo siguiente:
“Es particularmente propenso a delinquir (un
violador sexual) cuando ha sufrido una pérdida en su autoestima, se han burlado
de él, ha sido rechazado sexualmente o han cuestionado su masculinidad” (pág.
9).
Menciona el autor
que, la importancia de la disminución de la autoestima es fundamental para
determinar un comportamiento, incluso y específicamente, de tipo sexual, en los
casos del violador sexual. Además, de que Romi (2008) lo enfoca en términos de
que puede haber una perdida. Es decir, que el sujeto, delincuente ya tenía una
determinada autoestima y la perdió y no solo que la decremento. En este caso,
hay que considerar una perdida, en el sentido de una eliminación total, como de
un decremento de dicha autoestima. Lo importante, es que en ambos casos genera
un comportamiento que socialmente es inadecuado, negativo o penado legalmente.
Cuestión que puede ser polémica ya que otro autor (Lara Palacios, 2004) afirma
que la violación es necesaria para el agresor sexual, a fin de sostener su
nivel de autoestima
o autoconcepto.
Ahora bien, tal situación no es tan simple.
En realidad implica una complejidad puesto que inicialmente es probable, ya que
el ejercicio del poder y el sometimiento de la víctima al ataque sexual,
permite inicialmente el incremento de la autoestima del violador. Es probable
que esto solo ocurra durante el acto en sí o posterior al mismo, la situación
parece cambiar en algunos casos. Así, una vez perpetrado el hecho puede ser que
se reactiven los sentimientos de culpa,
que en lugar de mantener una autoestima elevada, la vuelven a decrementar.
Resumiendo, Romi (2008) dice que es de
interés el hecho que considera, dependiendo de las características de la
autoestima, se favorece el comportamiento de una persona. En su caso, la baja
autoestima influye en el comportamiento delictivo de violación sexual. Ella
puede afectar a toda la persona o bien a determinadas áreas de dicho ser
humano. Por otra parte, tal autoestima, puede ser cambiante
de manera rápida; así, en lapsos cortos de tiempo puede perderse o generarse,
bajar o subir, etcétera. Dichos períodos de modificación son variables; a veces
intercalándose en sucesivos cambios de breves lapsos de tiempo.
Como
caracterización, también se puede asignar calificativos al autoconcepto,
ejemplo de ello son, el ser positivo o negativo
como consecuencia de múltiples influencias, tal como lo afirma The Changing
your self-concept and building self-esteem,
aunque ellos no especifican concretamente dichas influencias, si afirman que
múltiples influencias hacen negativo el autoconcepto pero otras lo hacen
positivo.
Reidl (2002),
en su estudio de los celos y la envidia, menciona, que estas son dos emociones
que afectan negativamente a la autoestima. Emociones que de hecho son
consideradas negativas y que por lo tanto, su efecto también es negativo; dicha
caracterización involucra un factor cualitativo dentro del autoconcepto, según
la presente autora. Desde una perspectiva diferente. Parada (2006), señala que
la ira o las inclinaciones agresivas, pueden generar un efecto negativo, sobre
la imagen que el hombre tiene de sí mismo. Tal efecto negativo, Clymer (2009),
también lo refiere en relación a la capacidad auditiva o a la perdida de la
misma en los niños por él estudiados.
También hay que
explicitar, que no solo los aspectos, factores o eventos negativos influyen en
la estructuración o modifican el autoconcepto. También los que se consideran
positivos son de importancia en ello. No hay que omitir que Beckman (2009)
afirmaba que el incremento o el cambio
positivo de la autoestima es importante en el tratamiento de mujeres
alcohólicas. De manera parecida, Sánchez, Aparicio y Dresch (2006) citan las
investigaciones de Méndez (2003) y
Spielg (2002) quienes afirman que la autoestima de los sujetos se relaciona con
la promoción hacia la salud, en casos de detección precoz del cáncer o atención
hacia el VIH.
De una forma
diferente, es posible calificar al autoconcepto de alto o bajo,
como lo señalan Coopersmith en su escala de autoestima o Fitts en su escala de
autoconcepto de Tennessee.
Retomar de
nuevo a Reidl (2002) es de importancia con respecto a la autoestima, que se da
de tal manera por efecto de los celos o la envidia en los seres humanos. Por
eso, ella hablar de la autoestima en términos positivos o negativos, y también
como alto o bajo (pág. 148) o como mayor o menor (pág. 148), con respecto a la
autoestima presentada por sus sujetos estudiados. Ella utiliza todos esos
términos para describir como se presenta el autoconcepto en un sujeto
determinado.
Considerando a
Valencia (2001), con respecto al yo ideal y el yo real, se les puede asociar al
autoconcepto, ideal o real, que incrementan o decrementan.
Acción que implica, que lo bajo o lo alto del autoconcepto, no solo mantiene
dichos niveles, sino que puede haber una variación, que va del extremo alto o
bajo o a la inversa. Vite (2008) dice, que si se califica alto en el desarrollo
de una habilidad personal, se da una mejoría de la autoestima las mujeres por
ella estudiadas.
Pero también se
le puede calificar de mayor o menor, como lo hace Reidl (2002). Como carácter
de tales valoraciones, parece ser que su uso esta determinado por un proceso de
comparación. Muy acorde con la postura teórica de la autora desde la psicología
social y su particular concepción de la autoestima o del autoconcepto.
Koppitz (2007)
al analizar la ejecución del test de Bender en relación a su uso como
instrumento de evaluación de los problemas emocionales, afirma:
“Su
autoconcepto era extremadamente pobre…” (pág. 154).
Refiriéndose al
evaluado, como una persona con múltiples problemas personales y de relación con
los demás. Explicitando que la
existencia de carencias en el autoconcepto influyen en su sus deficiencias.
Esto delimita otra característica, que es la riqueza que podría poseer el
autoconcepto de un ser humano.
Una
característica diferente se observa en la expresión usada por Reidl (2002),
cuando dice:
“…para ellos
(los hombres) aceptan menos la independencia de la pareja y apoyan más la
exclusividad social y sexual, son más envidiosos y su autoestima es más dependiente…”
(pág. 148).
Es decir, el
autoconcepto, en este estudio de Reidl (2002), puede estar sujeto a otros
factores, que lo influyen y lo determinan, como serían las emociones de los
seres humanos, como son los celos y la envidia. Otros ejemplos de estos
factores son: con respecto a las enfermedades mentales
del sujeto o de familiares,
en individuo evaluados; la psicopatología, los problemas de conducta;
la resilencia; la creatividad y la
imaginación.
Desde una
perspectiva diferente Doménech (2003) así lo afirma a referir que:
“...el desempeño satisfactorio en la
actividad, aumenta la seguridad en sí mismo y el desarrollo de habilidades
físicas o de algún deporte deben hacer sujetos satisfechos de sí mismo… el...
así, puede tener un nivel alto en unas facetas... y no tan alto o bajo en
otras...” (pág. 46)
Porque
la satisfacción de realizar una actividad y de dominarla mejora la
autoconcepción de un mismo sujeto
De manera parecida al respectó Rosenthal and Simeonsson (2008)
concluyen:
1.
que los adolescentes con trastornos emocionales
desarrollan de manera temporal una autoconciencia, pero sin que esta sea
consistente. Autoconciencia que es importante para lograr el desarrollo del
autoconcepto.
2.
que en los adolescentes con trastornos emocionales
hay una relación negativa entre su inteligencia y su autoconciencia.
3.
que existe una mayor tendencia a la autoconciencia
en las mujeres que en los hombres que estudiaron.
Las condiciones físicas del sujeto o la
funcionalidad de su cuerpo son de importancia en la determinación del
autoconcepto, tal como Clymer
(2009) lo menciona. Por ello, la capacidad auditiva de los sujetos de su
investigación es importante con respecto al autoconcepto. Por la relación que
hay entre la autoconcepción que debe ser verbalizada hacia los demás o la
opinión que los demás tengan del sujeto y que influyen en su propia
autoconcepción.
Díaz Atienza (2008), refuerza tal
concepción al señalar, como incluso los trastornos mentales como la depresión
en el adolescente, pueden afectar el autoconcepto de manera específica. Pero
también indica, que diferentes emociones también lo determinan o influye,
aunque el autor no específica a cuales se refiere.
Las
características, hasta el momento retomadas y la consideración de su evaluación
en muy diferentes poblaciones, con retraso mental,
mujeres, delincuentes, permite concluir que es una variable que esta presente
en todo ser humano.
Otras
características del autoconcepto, relacionadas con el desarrollo y crecimiento
humano, son: que es cambiante,
que tiene un desarrollo o evolución
y que no es innato.
Daniels (2003) se refiere a que esos cambios son casi imperceptibles
para la conciencia. En tanto que Powell (1975), relaciona lo cambiante
del autoconcepto, con el crecimiento y desarrollo del ser humano; lo cual
permite afirmar que esta en constante movimiento y que su conformación puede
variar.
Por eso el autoconcepto ha sido estudiado en diversas poblaciones en diferentes
edades, como son: niños, adolescentes, adultos jóvenes, adultos mayores y
senectos, a fin de analizar las características particulares del autoconcepto
en determinadas edades del desarrollo humano.
Sin embargo
esto solo confirma que en diferentes edades el autoconcepto varía. Lo cual se
daría por las diferentes circunstancias a que se enfrentan los sujetos. Mahaler
(1986), relaciona dicha evolución con el gusto o temor a verse a sí mismo,
presente en el niño pequeño; y hasta que este adquiere su noción del yo a los
tres años de edad.
Implicado con
ello, que no hay permanencia en el autoconcepto, pues siempre estarían en
constante revaloración. Considerando a Mahaler (1980) en la búsqueda humana de
la autorrealización, al ser algo que se busca, sería algo que daría la
movilidad al ser humano. Y desde esta perspectiva sería algo que favorece o
motiva los cambios en el comportamiento y en el autoconcepto.
El desarrollo
del autoconcepto se considera que se encuentra consolidado solo en la
adolescencia, cuando el ser humano se encuentra en la etapa escolar
preparatoria.
Todo lo anterior
implicaría que el autoconcepto es único
para cada individuo y diferente en cada etapa de la vida. Pero esto
determinaría la imposibilidad de la existencia de instrumentos psicométricos
para su evaluación. La psicología individualista plantea la conclusión
siguiente:
“pueden existir
<<...ciertas similitudes en la configuración del autoconcepto de diversas
personas...>>” (pág. 104).
Las
“…similitudes…” son de importancia, porque si existen y son detectadas en los
estudios transculturales y del mexicano.
Ellos diferencian características particulares para los mexicanos;
“…similitudes…” entre ellos y comunes a ellos, que los diferencian del
autoconcepto de sujetos de otras nacionalidad como lo serían los
estadounidenses, latinoamericanos o rusos. Es decir, que como pueblo o nación
hay caracteres que les son particulares y que los diferencian de los demás, que
no son mexicanos. Esta característica es de importancia, porque no solo
favorece la construcción de instrumentos de evaluación del autoconcepto, sino
que permite la comparación de un individuo con su grupo o con otros grupos. Un
hallazgo común entre dichos autores, es el apego hacia la figura materna. Y los
conflictos con las figuras de autoridad. Relacionando esto con la cultura
religiosa, específicamente con el culto hacia Virgen de Guadalupe, y con el
sometimiento a largo plazo, tras la conquista por los españoles, a los
mexicanos. Cuestión que hace variable su autoconcepto ante las figuras
femeninas o masculinas.
Otra forma de
enfocar la variabilidad
del autoconcepto es: en el sentido de que puede ser diferente entre los
individuos o los grupos;
o desde el hecho de que puede cambiar en una misma persona.
Referir la
existencia de una edad en la cual se considera que el autoconcepto está
consolidado, implica que su evolución, modificación o cambio es constante y a
lo largo de toda la vida de un ser humano. Puede ser que se deteriore, se
mejore o se amplié, pero no se detiene. Siendo esta una nueva característica
deslindada. El cambio no solo es hacía algo mejor, sino de acuerdo al
desarrollo humano, también hacía el deterioro. Fundamental en la psicología
clínica o la psicoterapia.
Desde una perspectiva diferente, como la de los poetas y los
literatos, se abordan los caracteres del autoconcepto. Por ejemplo, en Alvarez
e Iglesias (2007). En su introducción y análisis de la “Metamorfosis”, que
comprende los libros I al VII de la obra de Publio Ovidio Nasón cita:
"El
hombre, pues, al mirarse, no mira otra cosa que una sucesión de alteraciones
que lo arrastran inconteniblemente hacia la amargura del
aniquilamiento..." (pág. IX).
En el párrafo
anterior hace una descripción y relación de la vida del ser humano, desde que
este está "prisionero en el vientre materno", hasta "la vejez
prejuiciosa"; sufriendo múltiples y numerosas modificaciones a través de
los años. Estos son los cambios, que refiere Bonifaz,
que el hombre mira y más específicamente que mira en sí mismo; por eso dice:
"... al mirarse...". Ampliando, cambios en su desarrollo físico sin
olvidar los psicológicos, sociales, familiares, etcétera.
Ahora bien, ese
mirarse no debe entenderse de manera literal, sino de un modo figurado, como
observación, reflexión, análisis, etcétera. Así, ese "mirarse" es
para obtener un conocimiento del hombre y sobre el hombre mismo. De sus propias
y particulares características. Lo cual le permitirán la descripción de su
autoconcepto. Lo que implícitamente en la cita hace referencia como variable,
en desarrollo y cambio en la evolución personal del ser humano, Desde que nace
hasta que muere.
Los cambios y
la evolución, se deslindan como carácter del autoconcepto, el ser dinámico
y en constante movimiento, tal como se deduce de los trabajos de Daniels
(2003). Autor que considera que los cambios se dan a lo largo de toda la vida
de la persona. Siendo dichos cambios en muchas ocasiones imperceptibles para la
conciencia. Cuestión que falsamente permite pensar, que hay ausencia de
movimientos o cambios. Por último, esto hace ver que el autoconcepto no es estático
sino dinámico, como ya lo indicábamos.
De está manera, así lo demuestran Rosenthal and Simeonsson (2008), mediante las
conclusiones derivadas de su empleo de su instrumento de evaluación “The
imaginary audience scale de Elkind y Bowen (1979)”, afirmando que: la
autoconciencia decrece con la edad en los adolescentes sanos mentalmente.
Es momento de
retomar una característica que había sido aplazada y que es: el no ser innato.
Sí tiene un comienzo, pero no viene en el repertorio constitucional. Lo constitucional,
es sin embargo una condición para su existencia y desarrollo. Creemos que sí
tiene un principio y un fin. El primero se da con el nacimiento y su inserción
en el grupo familiar y el fin con la muerte.
Gliver (2003),
se refiere a ello cuando afirma que al alimentarse:
"...El
bebe introyecta, pues, mucho más que el alimento. La prueba nos la aporta el hospitalismo,
provocado por la ausencia brusca de la educadora habitual del niño; a pesar de
que a éste se le prodigan todos los cuidados que él ya conoce, el niño no
<<se>> reconoce más, como consecuencia de haber perdido el contexto
materno que le era propio. Parece haber extraviado una parte de sí mismo, y
sufrir esta pérdida que aparentemente solo es exterior" (pág.99).
Incorpora
su autorreconocimiento en el desarrollo posterior a dicho evento; y en relación
a su desenvolvimiento en su ahora mundo y en la convivencia con los demás. Al
respecto, otros autores
los ubican en los primeros meses de edad del niño, como aquellos en los que el
autoconcepto se constituye. Pero otros
afirman que a los doce años se da un
decremento simultáneo en el autoconcepto y en la autoestima, asociándose a un
incremento de la depresión y la autoconciencia.
El
autoconcepto es algo que se va a desarrollar, a partir de “ese sentido de...” o
“esa apreciación de...”.
En todo caso de ellas se deriva.
Ellis
y Davis (2009) intentan especificar, que tales cambios en el autoconcepto del
adolescente ocurren entre los once y los doce años. Antes de dichas edades, el
autoconcepto es estable y consistente.
Es
por ello, que los autores
consideran que los procesos que influyen el autoconcepto tienen su origen desde
la infancia y están dirigidos hacia un desarrollo de la completa consciencia
del self. Pudiendo las mismas ser tanto de tipo externas como internas.
Ahora
bien, Anastasi y Urbina (1998) van concretamente a señalar, que según
Loevinger, por ellos citado, dice:
“…que la
capacidad de formar un autoconcepto, aumenta con la edad, la inteligencia, la
educación y el nivel socioeconómico…” (pág. 455).
El
grado en el cual puede haber un efecto sobre el autoconcepto, lo señalan Newell,
Hamming, Jurich and Jhonson (2009), quienes afirman qué la apariencia física y el
autoconcepto se encuentran relacionados en las muchachas adolescentes, lo cual
puede afectar sus hábitos alimenticios, según los resultados de la población
estudiada por ellos.
Quizás,
aquí, los cambios propios de la adolescencia son de importancia para provocar
un efecto en la configuración del autoconcepto. El cual ya existía desde la
infancia como lo señalaba Ellis and Davis (1982), y que ahora se reorganiza, como los autores señalados lo
indica al decir:
“La expansión,
reorganización y cristalización del autoconcepto fue importante para el
entendimiento de la psicología del adolescente”.
La coincidencia
entre la percepción que una persona tiene del autoconcepto de otro, puede
considerarse que le da un carácter de objetivo, ya que la observación por una
segunda persona permite la identificación de las características de la persona
observada. Pero de acuerdo a Ellis and Davis (2009) es plantear que puede haber disparidad entre el autoconcepto
que tiene un sujeto y su autoconcepto real.
Por ello, la certeza de la cual es el autoconcepto de un individuo, se da por
su autorreporte. Esto nos lleva a señalar el carácter de único
del autoconcepto. Con ello podemos decir que el autoconcepto tiene también como
características el ser subjetivo.
Es por esto, que Fitts (1965) señala en su escala de autoconcepto de Tennessee,
su marco referencial interno, que relaciona con la identidad, la aceptación o
satisfacción y el comportamiento de una persona.
Por otra parte,
se puede decir, que el ser humano tiene capacidad de modificar o distorsionar
su autoconcepto de manera propositiva. Por ejemplo, cuando ante una situación
de evaluación clínica, dando una percepción diferente de lo que es hacia los
demás. Ahora bien, ello no implica el olvidar, que según en el artículo de Changing your
self-concept and building self-esteem
hay ciertos aspectos del autoconcepto que son objetivos y estables,
aunque en el mencionado artículo, no se precisan y solo se les hipotetiza.
En conclusión y partiendo del aspecto
subjetivo, se puede coincidir con la acepción de que el autoconcepto:
"...no es
necesariamente algo objetivo que coincida con la realidad. Pudiendo ser dispar
con ella...".
Es decir, que
cuando se dan determinadas características que describen a una persona y,
cuando al sujeto involucrado se le pregunta sobre la coincidencia con su propio
ser, este puede estar en desacuerdo. La percepción de una persona sobre otra,
no necesariamente son coincidentes.
De esta
conclusión se derivan dos nuevas características del autoconcepto: El ser una
variable estable y el ser manipulable. La
última, como ya se indicaba de manera propositiva. Situación que tiene
trascendencia, porque en la evaluación del autoconcepto, no se debe perder de
vista, tanto lo objetivo como lo subjetivo. Y lo segundo, porque nos refiere a
la permanencia, a pesar de los cambios, de ciertos aspectos de tal
autoconcepto. Situación que lo hace reconocible a pesar del paso de los años en
un sujeto. Si bien hay cambios, estos no son de manera absoluta o total. O
bien, ciertas características tienden a permanecer sin modificación. Ello
implicaría una permanencia para las diferentes etapas de la vida de una
persona.
Ey (1967 y
2006) afirma que puede haber una localización específica en el cerebro, que
corresponde al autoconcepto, que si esta se ve afectada por un daño neurológico,
se afectaría la constitución del mismo. De esta manera, el autoconcepto o la
imagen de si mismo, que una persona tenga de sí, puede perderse, alterarse o
transformarse en una patología. Ejemplo de ello podrían ser las alteraciones
del esquema corporal, los problemas del desarrollo de la personalidad múltiple
o algunos síntomas neuróticos o psicóticos de etiología orgánica. Sin por ello
excluir los origen psicógeno, que tienen enormes repercusiones en la
caracterización de la personalidad de los seres humanos; o en otras palabras,
que alteran drásticamente la forma en como se ven a si mismo el sujeto.
Brown, 1987; Nunnally, 1991; Anastasi
y Urbina, 1998; Thorndike y Hagen, 2006; Hernández Sampieri, Fernández y
Baptista, 2006; M. L. Morales, 2007;. Existiendo múltiples instrumentos para ello, como
lo indica Anastasi y Urbina (1998), con seis diferentes de ellos, en Estados
Unidos; o Robinson, Wrigtsma and Shaver (1991), en el mismo país, quienes
realizan una breve descripción de once pruebas psicológicas relacionadas con el
autoconcepto.