domingo, 8 de julio de 2018

MUJER OLMECA

en este día también publicare otro cuadro realizado,intitulado "Mujer Olmeca". Su rostro me fue revelado al ver a una joven mujer en el transporte público. al verla, de inmediato vino a mi memoria las cabeza Olmecas de México. La cual como toda mujer con una belleza de interés. Fortituo pero afortunado encuentro.

La repetición del mismo dibujo es de en este caso. El original se realizo solo con lápiz de grafito únicamente. el de color azul se realiza con introducción de filtros fotográficos  que dan el color, a fin de crear la impresión de una radiografía. revelándose de esta manera detalles que no son observables en el original a lápiz. ello se puede también realizar con filtros fotográficos que crean un revelado o negativo del dibujo realizado a lápiz.

MUJER OLMECA
TECNICA: Lápiz de de grafito en papel fabriano
29cm. X 41.7cm.
FECHA: Junio 16, 2018

AUTOR. Mtro. Ps. Alejandro Fabela Alquicira


Cap. I.- REVISIÓN TEORICA DEL AUTOCONCEPTO c) DESCRIPCIÓN DEL AUTOCONCEPTO.

Cap. I.- REVISIÓN TEORICA DEL AUTOCONCEPTO

c) DESCRIPCIÓN DEL AUTOCONCEPTO.

La definición misma, no solo evita el carácter inicialmente deslindado, “ambigüedad, vaguedad y confusión”, sino que simultáneamente, permite deslindar otras características, que a su vez contribuyen a la definición[1]. El autoconcepto puede ser observable[2]. Acción que se da de manera indirecta, por el reporte o el registro que un sujeto hace de él mismo o bien de las diferentes facetas que lo componen. Reporte que es emitido verbal y directamente por el evaluado[3], como en el caso de las redes semánticas[4], y el diferencial semántico[5]. O registrado por medio de los cuestionarios o escalas del autoconcepto[6], como en el cuestionario de autoconcepto de Tennesse o el cuestionario de autoestima de Coopersmith.
 Algunos de los métodos de evaluación del autoconcepto, lo hacen de manera global exclusivamente, como en el caso de Coopersmith[7], cuya escala solo da un valor alto o bajo[8] de autoestima. Considerando a la autoestima como un sinónimo del autoconcepto[9]. Otros calificativos para referirse al autoconcepto es que puede ser elevado o “bueno[10]”.
En cambio, otros cuestionarios del autoconcepto, especifican diferentes componentes o con partes integrantes de este, como en el caso de Fitts (1965)[11]. En su escala de autoconcepto incluye los puntajes siguientes: uno global del autoconcepto, uno para el marco referencial interno y otro para el externo; uno para el yo físico, familiar, ético-moral, social y personal.
La gran difusión que han tenido la escala de autoestima de Coopersmith y la escala de autoconcepto de Tennessee, tanto en México como en Estados Unidos, permiten afirmar que el autoconcepto es susceptible de medición[12] de acuerdo a los parámetros metodológicos de la psicometría o de la construcción de instrumentos psicométricos[13]. La escala de Tennessee, por la variedad de aspectos que puede evaluar del autoconcepto, nos ha servido de modelo para la integración de nuestra escala de medición para internos de los C.P.R.S. del estado de México.
Todos los autores referidos hasta el momento, han incursionado en los métodos o instrumentos de medición desde una perspectiva valida y confiable[14], lo que ha permitido su difusión y uso en Estados Unidos y México.
Desde esta perspectiva se puede afirmar que el autoconcepto es cuantificable[15]. Es decir, que se puede analizar asignándole un número o una calificación a la mencionada variable o a alguna de sus facetas o rasgos. Empleando para ello, escalas de medición tipo nominal, que son muy utilizada en la investigación de conceptos psicológicos. Logrando con esto una manera más objetiva, valida y confiable de conocimiento y medición[16]. De este modo la creación y el uso de un cuestionario permite mediante números la descripción del autoconcepto[17], haciéndola así más objetiva. Ejemplo de esto el MMPI-2, que en su reestandarización en México (1995) contempla, una escala de autoestima (BAE), la del autoconcepto, contenida en la escala clínica de introversión social[18]; la escala suplementaria tradicional de Fuerza del yo[19]; la escala suplementaria adicional de responsabilidad social[20]; la escala del género masculino femenino[21]; y la escala de autoalineación[22] de la subescala de Harrison-Lingoeso. Escalas, que por su contenido pueden ser formas indirectas de evaluación[23] del autoconcepto. De esta manera se conjunta tanto la evaluación directa o indirecta como metodológica. Otro ejemplo de esto lo da Anastasi y Urbina (1998), al referirse a las encuestas de temperamento de Guilford-Zimnerman (pág. 408), el Inventario Multifacético de la personalidad de Minnesota (MMPI) (pág. 412) y el inventario de las dimensiones de temperamento de (Anastasi y Urbina, 1998).
Anastasi y Urbina (1998) también abordan uno de los principales problemas que implica este tipo de medición, como lo refieren en la cita siguiente:

“Un tercer problema es la disponibilidad del evaluado a revelar las formas como se percibe o como se siente el mismo. Para los inventarios de personalidad, la respuesta franca y honesta por parte del examinado es esencial para una imagen valida... Los evaluados... suelen <<aparentar bien>> o <<aparentar mal>> los inventarios autodescriptivos (Yonge y Heist, 1965), aunque suelen ser menos capaces de simular patrones particulares de ventajas o desventajas...” (pág. 419, Thorndike y Hagen)

Lo importante de la cita anterior, también, son los términos autodescripción y autoconocimiento pues involucran lo verbal, mediante el uso del lenguaje y la comunicación. Lo cual implica que el autoconcepto, la descripción o el conocimiento que una persona tenga de sí mismo, deben ser externado y conocido por medio de las verbalizaciones (Licona, 2008) que hagan ellos mismos.
Otras formas indirectas de evaluación del autoconcepto, los indica Acevedo (1998), quien afirma, que la autoestima es “…un juicio personal…”, que puede ser evaluado “…por informes verbales y otros comportamientos…”. En el último caso, se considera que la observación directa del sujeto permite deducir, hipotetizar o concluir acerca del autoconcepto[24]. Método que en este estudio no se empleará.
Considerar el interés por observar, medir y cuantificar, una variable determinada, introduce el interés por conocerla y prever su desarrollo, con el fin de alcanzar un óptimo nivel de funcionamiento humano; o favorecer su modificación, en especial cuando así se le considera necesario, como en casos de conflictos, patologías o inadaptación. Es decir, que no siempre y en todos y cada uno de los sujetos, se tiene una misma autoconcepción o se llega a un mismo y único nivel de desarrollo; aunque si puede haber un ideal del mismo[25]
Implícitamente esto asigna al autoconcepto dos características más, qué son: ser modificable[26] y predecible. Este último carácter es de importancia, ya que se relaciona directamente con el interés por la medición y cuantificación del autoconcepto; pero también en las perspectivas de un pronóstico de la evaluación o desarrollo de un individuo, hacia la salud o la enfermedad[27]. Específicamente, en relación a la importancia a las características del autoconcepto y su importancia para el tratamiento o el cambio de las personas, los reafirman Osman, 1988; Franco, 2006; Ainshoa y Pérez, 2008.
De una manera diferente, al hablar Valencia (2001), de que se puede incrementar o decrementar el yo ideal o real, se habla de dicha capacidad para modificarlos.
Desde este punto de vista, es de importancia la concepción del profesor Romi (2008), quien refiere, en el desarrollo de su temática de los delincuentes sexuales lo siguiente:

“Es particularmente propenso a delinquir (un violador sexual) cuando ha sufrido una pérdida en su autoestima, se han burlado de él, ha sido rechazado sexualmente o han cuestionado su masculinidad” (pág. 9).

Menciona el autor[28] que, la importancia de la disminución de la autoestima es fundamental para determinar un comportamiento, incluso y específicamente, de tipo sexual, en los casos del violador sexual. Además, de que Romi (2008) lo enfoca en términos de que puede haber una perdida. Es decir, que el sujeto, delincuente ya tenía una determinada autoestima y la perdió y no solo que la decremento. En este caso, hay que considerar una perdida, en el sentido de una eliminación total, como de un decremento de dicha autoestima. Lo importante, es que en ambos casos genera un comportamiento que socialmente es inadecuado, negativo o penado legalmente[29]. Cuestión que puede ser polémica ya que otro autor (Lara Palacios, 2004) afirma que la violación es necesaria para el agresor sexual, a fin de sostener su nivel de autoestima[30] o autoconcepto.
Ahora bien, tal situación no es tan simple. En realidad implica una complejidad puesto que inicialmente es probable, ya que el ejercicio del poder y el sometimiento de la víctima al ataque sexual, permite inicialmente el incremento de la autoestima del violador. Es probable que esto solo ocurra durante el acto en sí o posterior al mismo, la situación parece cambiar en algunos casos. Así, una vez perpetrado el hecho puede ser que se reactiven los sentimientos de culpa[31], que en lugar de mantener una autoestima elevada, la vuelven a decrementar[32].
Resumiendo, Romi (2008) dice que es de interés el hecho que considera, dependiendo de las características de la autoestima, se favorece el comportamiento de una persona. En su caso, la baja autoestima influye en el comportamiento delictivo de violación sexual. Ella puede afectar a toda la persona o bien a determinadas áreas de dicho ser humano. Por otra parte, tal autoestima, puede ser cambiante[33] de manera rápida; así, en lapsos cortos de tiempo puede perderse o generarse, bajar o subir, etcétera. Dichos períodos de modificación son variables; a veces intercalándose en sucesivos cambios de breves lapsos de tiempo.
Como caracterización, también se puede asignar calificativos al autoconcepto, ejemplo de ello son, el ser positivo o negativo[34] como consecuencia de múltiples influencias, tal como lo afirma The Changing your self-concept and building self-esteem[35], aunque ellos no especifican concretamente dichas influencias, si afirman que múltiples influencias hacen negativo el autoconcepto pero otras lo hacen positivo.
Reidl (2002), en su estudio de los celos y la envidia, menciona, que estas son dos emociones que afectan negativamente a la autoestima. Emociones que de hecho son consideradas negativas y que por lo tanto, su efecto también es negativo; dicha caracterización involucra un factor cualitativo dentro del autoconcepto, según la presente autora. Desde una perspectiva diferente. Parada (2006), señala que la ira o las inclinaciones agresivas, pueden generar un efecto negativo, sobre la imagen que el hombre tiene de sí mismo. Tal efecto negativo, Clymer (2009), también lo refiere en relación a la capacidad auditiva o a la perdida de la misma en los niños por él estudiados.
También hay que explicitar, que no solo los aspectos, factores o eventos negativos influyen en la estructuración o modifican el autoconcepto. También los que se consideran positivos son de importancia en ello. No hay que omitir que Beckman (2009) afirmaba que el incremento  o el cambio positivo de la autoestima es importante en el tratamiento de mujeres alcohólicas. De manera parecida, Sánchez, Aparicio y Dresch (2006) citan las investigaciones  de Méndez (2003) y Spielg (2002) quienes afirman que la autoestima de los sujetos se relaciona con la promoción hacia la salud, en casos de detección precoz del cáncer o atención hacia el VIH.
De una forma diferente, es posible calificar al autoconcepto de alto o bajo[36], como lo señalan Coopersmith en su escala de autoestima o Fitts en su escala de autoconcepto de Tennessee[37].
Retomar de nuevo a Reidl (2002) es de importancia con respecto a la autoestima, que se da de tal manera por efecto de los celos o la envidia en los seres humanos. Por eso, ella hablar de la autoestima en términos positivos o negativos, y también como alto o bajo (pág. 148) o como mayor o menor (pág. 148), con respecto a la autoestima presentada por sus sujetos estudiados. Ella utiliza todos esos términos para describir como se presenta el autoconcepto en un sujeto determinado.
Considerando a Valencia (2001), con respecto al yo ideal y el yo real, se les puede asociar al autoconcepto, ideal o real, que incrementan o decrementan[38]. Acción que implica, que lo bajo o lo alto del autoconcepto, no solo mantiene dichos niveles, sino que puede haber una variación, que va del extremo alto o bajo o a la inversa. Vite (2008) dice, que si se califica alto en el desarrollo de una habilidad personal, se da una mejoría de la autoestima las mujeres por ella estudiadas.
Pero también se le puede calificar de mayor o menor, como lo hace Reidl (2002). Como carácter de tales valoraciones, parece ser que su uso esta determinado por un proceso de comparación. Muy acorde con la postura teórica de la autora desde la psicología social y su particular concepción de la autoestima o del autoconcepto.
Koppitz (2007) al analizar la ejecución del test de Bender en relación a su uso como instrumento de evaluación de los problemas emocionales, afirma:

“Su autoconcepto era extremadamente pobre…” (pág. 154).

Refiriéndose al evaluado, como una persona con múltiples problemas personales y de relación con los demás[39]. Explicitando que la existencia de carencias en el autoconcepto influyen en su sus deficiencias. Esto delimita otra característica, que es la riqueza que podría poseer el autoconcepto de un ser humano.
Una característica diferente se observa en la expresión usada por Reidl (2002), cuando dice:

“…para ellos (los hombres) aceptan menos la independencia de la pareja y apoyan más la exclusividad social y sexual, son más envidiosos y su autoestima es más dependiente…” (pág. 148).

Es decir, el autoconcepto, en este estudio de Reidl (2002), puede estar sujeto a otros factores, que lo influyen y lo determinan, como serían las emociones de los seres humanos, como son los celos y la envidia. Otros ejemplos de estos factores son: con respecto a las enfermedades mentales[40] del sujeto o de familiares[41], en individuo evaluados; la psicopatología, los problemas de conducta[42]; la resilencia[43]; la creatividad y la imaginación[44].
Desde una perspectiva diferente Doménech (2003) así lo afirma a referir que:

“...el desempeño satisfactorio en la actividad, aumenta la seguridad en sí mismo y el desarrollo de habilidades físicas o de algún deporte deben hacer sujetos satisfechos de sí mismo… el... así, puede tener un nivel alto en unas facetas... y no tan alto o bajo en otras...” (pág. 46)

Porque la satisfacción de realizar una actividad y de dominarla mejora la autoconcepción de un mismo sujeto
De manera parecida al respectó Rosenthal and Simeonsson (2008) concluyen:
1. que los adolescentes con trastornos emocionales[45] desarrollan de manera temporal una autoconciencia, pero sin que esta sea consistente. Autoconciencia que es importante para lograr el desarrollo del autoconcepto.
2. que en los adolescentes con trastornos emocionales hay una relación negativa entre su inteligencia y su autoconciencia.
3. que existe una mayor tendencia a la autoconciencia en las mujeres que en los hombres que estudiaron.
Las condiciones físicas del sujeto o la funcionalidad de su cuerpo son de importancia en la determinación del autoconcepto, tal como Clymer (2009) lo menciona. Por ello, la capacidad auditiva de los sujetos de su investigación es importante con respecto al autoconcepto. Por la relación que hay entre la autoconcepción que debe ser verbalizada hacia los demás o la opinión que los demás tengan del sujeto y que influyen en su propia autoconcepción.
Díaz Atienza (2008), refuerza tal concepción al señalar, como incluso los trastornos mentales como la depresión en el adolescente, pueden afectar el autoconcepto de manera específica. Pero también indica, que diferentes emociones también lo determinan o influye, aunque el autor no específica a cuales se refiere.
Las características, hasta el momento retomadas y la consideración de su evaluación en muy diferentes poblaciones, con retraso mental[46], mujeres, delincuentes, permite concluir que es una variable que esta presente en todo ser humano.
Otras características del autoconcepto, relacionadas con el desarrollo y crecimiento humano, son: que es cambiante[47], que tiene un desarrollo o evolución[48] y que no es innato[49]. Daniels (2003) se refiere a que esos cambios son casi imperceptibles para la conciencia. En tanto que Powell (1975), relaciona lo cambiante del autoconcepto, con el crecimiento y desarrollo del ser humano; lo cual permite afirmar que esta en constante movimiento y que su conformación puede variar[50]. Por eso el autoconcepto ha sido estudiado en diversas poblaciones en diferentes edades, como son: niños, adolescentes, adultos jóvenes, adultos mayores y senectos, a fin de analizar las características particulares del autoconcepto en determinadas edades del desarrollo humano.
Sin embargo esto solo confirma que en diferentes edades el autoconcepto varía. Lo cual se daría por las diferentes circunstancias a que se enfrentan los sujetos. Mahaler (1986), relaciona dicha evolución con el gusto o temor a verse a sí mismo, presente en el niño pequeño; y hasta que este adquiere su noción del yo a los tres años de edad.
Implicado con ello, que no hay permanencia en el autoconcepto, pues siempre estarían en constante revaloración. Considerando a Mahaler (1980) en la búsqueda humana de la autorrealización, al ser algo que se busca, sería algo que daría la movilidad al ser humano. Y desde esta perspectiva sería algo que favorece o motiva los cambios en el comportamiento y en el autoconcepto.
El desarrollo del autoconcepto se considera que se encuentra consolidado solo en la adolescencia, cuando el ser humano se encuentra en la etapa escolar preparatoria[51].
Todo lo anterior implicaría que el autoconcepto es único[52] para cada individuo y diferente en cada etapa de la vida. Pero esto determinaría la imposibilidad de la existencia de instrumentos psicométricos para su evaluación. La psicología individualista plantea la conclusión siguiente:

“pueden existir <<...ciertas similitudes en la configuración del autoconcepto de diversas personas...>>” (pág. 104).

Las “…similitudes…” son de importancia, porque si existen y son detectadas en los estudios transculturales y del mexicano[53]. Ellos diferencian características particulares para los mexicanos; “…similitudes…” entre ellos y comunes a ellos, que los diferencian del autoconcepto de sujetos de otras nacionalidad como lo serían los estadounidenses, latinoamericanos o rusos. Es decir, que como pueblo o nación hay caracteres que les son particulares y que los diferencian de los demás, que no son mexicanos. Esta característica es de importancia, porque no solo favorece la construcción de instrumentos de evaluación del autoconcepto, sino que permite la comparación de un individuo con su grupo o con otros grupos. Un hallazgo común entre dichos autores, es el apego hacia la figura materna. Y los conflictos con las figuras de autoridad. Relacionando esto con la cultura religiosa, específicamente con el culto hacia Virgen de Guadalupe, y con el sometimiento a largo plazo, tras la conquista por los españoles, a los mexicanos. Cuestión que hace variable su autoconcepto ante las figuras femeninas o masculinas.
Otra forma de enfocar la variabilidad[54] del autoconcepto es: en el sentido de que puede ser diferente entre los individuos o los grupos[55]; o desde el hecho de que puede cambiar en una misma persona[56].
Referir la existencia de una edad en la cual se considera que el autoconcepto está consolidado, implica que su evolución, modificación o cambio es constante y a lo largo de toda la vida de un ser humano. Puede ser que se deteriore, se mejore o se amplié, pero no se detiene. Siendo esta una nueva característica deslindada. El cambio no solo es hacía algo mejor, sino de acuerdo al desarrollo humano, también hacía el deterioro. Fundamental en la psicología clínica o la psicoterapia.
Desde una perspectiva diferente, como la de los poetas y los literatos, se abordan los caracteres del autoconcepto. Por ejemplo, en Alvarez e Iglesias (2007). En su introducción y análisis de la “Metamorfosis”, que comprende los libros I al VII de la obra de Publio Ovidio Nasón cita:

"El hombre, pues, al mirarse, no mira otra cosa que una sucesión de alteraciones que lo arrastran inconteniblemente hacia la amargura del aniquilamiento..." (pág. IX).

En el párrafo anterior hace una descripción y relación de la vida del ser humano, desde que este está "prisionero en el vientre materno", hasta "la vejez prejuiciosa"; sufriendo múltiples y numerosas modificaciones a través de los años. Estos son los cambios, que refiere Bonifaz[57], que el hombre mira y más específicamente que mira en sí mismo; por eso dice: "... al mirarse...". Ampliando, cambios en su desarrollo físico sin olvidar los psicológicos, sociales, familiares, etcétera.
Ahora bien, ese mirarse no debe entenderse de manera literal, sino de un modo figurado, como observación, reflexión, análisis, etcétera. Así, ese "mirarse" es para obtener un conocimiento del hombre y sobre el hombre mismo. De sus propias y particulares características. Lo cual le permitirán la descripción de su autoconcepto. Lo que implícitamente en la cita hace referencia como variable, en desarrollo y cambio en la evolución personal del ser humano, Desde que nace hasta que muere.
Los cambios y la evolución, se deslindan como carácter del autoconcepto, el ser dinámico[58] y en constante movimiento, tal como se deduce de los trabajos de Daniels (2003). Autor que considera que los cambios se dan a lo largo de toda la vida de la persona. Siendo dichos cambios en muchas ocasiones imperceptibles para la conciencia. Cuestión que falsamente permite pensar, que hay ausencia de movimientos o cambios. Por último, esto hace ver que el autoconcepto no es estático sino dinámico, como ya lo indicábamos.
De está manera, así lo demuestran Rosenthal  and Simeonsson (2008), mediante las conclusiones derivadas de su empleo de su instrumento de evaluación “The imaginary audience scale de Elkind y Bowen (1979)”, afirmando que: la autoconciencia decrece con la edad en los adolescentes sanos mentalmente.
Es momento de retomar una característica que había sido aplazada y que es: el no ser innato[59]. Sí tiene un comienzo, pero no viene en el repertorio constitucional. Lo constitucional, es sin embargo una condición para su existencia y desarrollo. Creemos que sí tiene un principio y un fin. El primero se da con el nacimiento y su inserción en el grupo familiar y el fin con la muerte.
Gliver (2003), se refiere a ello cuando afirma que al alimentarse:

"...El bebe introyecta, pues, mucho más que el alimento. La  prueba nos la aporta el hospitalismo, provocado por la ausencia brusca de la educadora habitual del niño; a pesar de que a éste se le prodigan todos los cuidados que él ya conoce, el niño no <<se>> reconoce más, como consecuencia de haber perdido el contexto materno que le era propio. Parece haber extraviado una parte de sí mismo, y sufrir esta pérdida que aparentemente solo es exterior" (pág.99).

Incorpora su autorreconocimiento en el desarrollo posterior a dicho evento; y en relación a su desenvolvimiento en su ahora mundo y en la convivencia con los demás. Al respecto, otros autores[60] los ubican en los primeros meses de edad del niño, como aquellos en los que el autoconcepto se constituye. Pero otros[61] afirman  que a los doce años se da un decremento simultáneo en el autoconcepto y en la autoestima, asociándose a un incremento de la depresión y la autoconciencia.
El autoconcepto es algo que se va a desarrollar, a partir de “ese sentido de...” o “esa apreciación de...”[62]. En todo caso de ellas se deriva.
Ellis y Davis (2009) intentan especificar, que tales cambios en el autoconcepto del adolescente ocurren entre los once y los doce años. Antes de dichas edades, el autoconcepto es estable y consistente.
Es por ello, que los autores[63] consideran que los procesos que influyen el autoconcepto tienen su origen desde la infancia y están dirigidos hacia un desarrollo de la completa consciencia del self. Pudiendo las mismas ser tanto de tipo externas como internas[64].
Ahora bien, Anastasi y Urbina (1998) van concretamente a señalar, que según Loevinger, por ellos citado, dice:

“…que la capacidad de formar un autoconcepto, aumenta con la edad, la inteligencia, la educación y el nivel socioeconómico…” (pág. 455).

El grado en el cual puede haber un efecto sobre el autoconcepto, lo señalan Newell, Hamming, Jurich and Jhonson (2009), quienes afirman qué la apariencia física y el autoconcepto se encuentran relacionados en las muchachas adolescentes, lo cual puede afectar sus hábitos alimenticios, según los resultados de la población estudiada por ellos.
Quizás, aquí, los cambios propios de la adolescencia son de importancia para provocar un efecto en la configuración del autoconcepto. El cual ya existía desde la infancia como lo señalaba Ellis and Davis (1982), y que ahora se reorganiza, como los autores señalados lo indica al decir:

“La expansión, reorganización y cristalización del autoconcepto fue importante para el entendimiento de la psicología del adolescente”.

La coincidencia entre la percepción que una persona tiene del autoconcepto de otro, puede considerarse que le da un carácter de objetivo, ya que la observación por una segunda persona permite la identificación de las características de la persona observada. Pero de acuerdo a Ellis and Davis (2009) es plantear que puede haber disparidad entre el autoconcepto que tiene un sujeto y su autoconcepto real[65]. Por ello, la certeza de la cual es el autoconcepto de un individuo, se da por su autorreporte. Esto nos lleva a señalar el carácter de único[66] del autoconcepto. Con ello podemos decir que el autoconcepto tiene también como características el ser subjetivo[67]. Es por esto, que Fitts (1965) señala en su escala de autoconcepto de Tennessee, su marco referencial interno, que relaciona con la identidad, la aceptación o satisfacción y el comportamiento de una persona.
Por otra parte, se puede decir, que el ser humano tiene capacidad de modificar o distorsionar su autoconcepto de manera propositiva. Por ejemplo, cuando ante una situación de evaluación clínica, dando una percepción diferente de lo que es hacia los demás. Ahora bien, ello no implica el olvidar, que  según en el artículo de Changing your self-concept and building self-esteem[68] hay ciertos aspectos del autoconcepto que son objetivos y estables[69], aunque en el mencionado artículo, no se precisan y solo se les hipotetiza.
          En conclusión y partiendo del aspecto subjetivo, se puede coincidir con la acepción de que el autoconcepto:

"...no es necesariamente algo objetivo que coincida con la realidad. Pudiendo ser dispar con ella..."[70].

Es decir, que cuando se dan determinadas características que describen a una persona y, cuando al sujeto involucrado se le pregunta sobre la coincidencia con su propio ser, este puede estar en desacuerdo. La percepción de una persona sobre otra, no necesariamente son coincidentes.
De esta conclusión se derivan dos nuevas características del autoconcepto: El ser una variable estable[71] y el ser manipulable. La última, como ya se indicaba de manera propositiva. Situación que tiene trascendencia, porque en la evaluación del autoconcepto, no se debe perder de vista, tanto lo objetivo como lo subjetivo. Y lo segundo, porque nos refiere a la permanencia, a pesar de los cambios, de ciertos aspectos de tal autoconcepto. Situación que lo hace reconocible a pesar del paso de los años en un sujeto. Si bien hay cambios, estos no son de manera absoluta o total. O bien, ciertas características tienden a permanecer sin modificación. Ello implicaría una permanencia para las diferentes etapas de la vida de una persona. 
Ey (1967 y 2006) afirma que puede haber una localización específica en el cerebro, que corresponde al autoconcepto, que si esta se ve afectada por un daño neurológico, se afectaría la constitución del mismo. De esta manera, el autoconcepto o la imagen de si mismo, que una persona tenga de sí, puede perderse, alterarse o transformarse en una patología. Ejemplo de ello podrían ser las alteraciones del esquema corporal, los problemas del desarrollo de la personalidad múltiple o algunos síntomas neuróticos o psicóticos de etiología orgánica. Sin por ello excluir los origen psicógeno, que tienen enormes repercusiones en la caracterización de la personalidad de los seres humanos; o en otras palabras, que alteran drásticamente la forma en como se ven a si mismo el sujeto.




[1] Fabela, 1984; Díaz Atienza (2008).
[2] Fitss, 1965; Paredes and Corneilson, 1968; O`Leary y Chaney, 1978; Castillo y Tena, 1982; Fabela, 1984 y 2005; Hathaway y Mckinley, 1995; Thorndike y Hagen, 2006; Vite, 2008; Díaz Atienza, 2008; Monge, 2009; Mancini, 2009; Alfaro-García y Santiago-Negrón, 2009.
[3] Licona, 2008; Alfaro-García y Santiago-Negrón, 2009.
[4] José Luis Valdez, 1989, 1991 y 1994.
[5] La Rosa, 1986; Díaz Guerrero, 2007; Díaz Loving, Reyes Lagunes y Rivera, 2002; Valencia, 2001, quien se apoya en los trabajos de La Rosa, de 1986.
[6] Fitts, 1965; Hathaway y Mckinley, 1995; Anastasi y Urbina, 1998; Thorndike y Hagen, 2006; Alfaro-Garcìa y Santiago-Negrón, 2009.
[7] Escala de autoestima de Coopersmith, citada y utilizada por Verduzco y Lara, 1989; Acevedo, 1998; Díaz Atienza 2008.
[8] Valores usados por Fitts, 1965, con su escala de autoconcepto de Tennessee; Fabela, 1984, quien emplea la escala de Tennesse en su investigación con pacientes alcohólicos; Acevedo, 1998, en su trabajo de investigación con el cuestionario de autoestima de Coopersmith; Doménech, 2003; Díaz Atienza (2008); Jiménez Xolalpa (2005); Ainhoa y Pérez (2005); Vitee (2008); Villalobos y Castelán (2007); Stith, Williams and Rosen, 2009.
[9] Licona, 2008. De manera más amplia, ver discusión al respecto en la sección anterior de la presente tesis.
[10] Díaz Atienza (2008) y Licona (2008).
[11] Escala de autoconcepto, de Tennessee, elaborada por Fitts en 1965, adaptada para México en Monterrey y detallada en Fabela, 1984.
[12] Fitss, 1965; La Rosa, 1986; Thorndike y Hagen, 1991; Hathaway y Mckinley, 1995; Fabela, 2005; Díaz Atienza, 2005; Vite, 2008; Alfaro-García y Santiago-Negrón, 2009.
[13] Brown, 1987; Nunnally, 1991; Anastasi y Urbina, 1998; Thorndike y Hagen, 2006; Hernández Sampieri, Fernández y Baptista, 2006; M. L. Morales, 2007;. Existiendo múltiples instrumentos para ello, como lo indica Anastasi y Urbina (1998), con seis diferentes de ellos, en Estados Unidos; o Robinson, Wrigtsma and Shaver (1991), en el mismo país, quienes realizan una breve descripción de once pruebas psicológicas relacionadas con el autoconcepto.
[14] Brown, 1987; Nunnally, 1991; Anastasi y Urbina, 1998; Hernández Sampieri, Fernández y Baptista, 2006; Thorndike y Hagen, 2006; M. L. Morales, 2007.
[15] Fitss, 1965; Paredes and Corneilson, 1968; O`Leary y Chaney, 1978; Castillo y Tena, 1982; Hathaway y Mckinley, 1995; Fabela, 1984 y 2005; Thorndike y Hagen, 2006; Monge, 2009; Mancini, 2009.
[16] Brown, 1987; Nunnally, 1991; Anastasi y Urbina, 1998; Hernández Sampieri, Fernández y Baptista, 2006; Thorndike y Hagen, 2006;  M. L. Morales, 2007.
[17] Fitts, 1965; Paredes y Corneilson, 1968; O`Leary y Chaney, 1978; Castillo y Tena, 1982; Fabela, 1984; Hathaway y Mckinley, 1995; Thorndike y Hagen; 2006; Monge, 2009; Mancini, 2009.
[18] (0 o Io) MMPI-2.
[19] (Fyo, pág. 53) MMPI-2.
[20] (Rs, pág, 54) MMPI-2.
[21] (GM y GF, pág. 55) MMPI-2.
[22] (Dp5, pág. 62) MMPI-2.
[23] De manera similar lo indica Díaz Atienza, 2008.
[24] Clymer, 2009.
[25] De manera similar así lo señala Rogers, citado por Libert y Spiegler (2006), en su texto de “Teorías de la personalidad”.
[26] Fitts, 1965; Paredes and Corneilson, 1968; O`Leary y Chaney, 1978; Castillo y Tena, 1982; Fabela, 1984 y 2005; Monge, 2009; Mancini, 2009.
[27] Como en los sujetos que se estudian en la presente investigación.
[28] Romi, 2008.
[29] Código penal de sanciones y sentencias del estado de México (2005).
[30] Lara Palacios, (2004).
[31] Específicamente, dentro del comportamiento sexual del delincuente sexual, Lara Palacios, 2004.
[32] Así, por ejemplo, lo decía un interno acusado de violación: sic. “No quise hacerle caso ni porque ella me decía que yo tenía o qué pensará en las mujeres de mí casa. Ello no me importo. Pero una vez que termine de tener relaciones sexuales con ella me sentí <<mal>> y empecé a pensar en mi esposa e hija. Por ello solo le dije que se fuera nada más”. Tiempo después es aprendido, juzgado y sentenciado a prisión por el delito de violación. En reapertura de su proceso por apelación del ministerio público el interno mencionado es absuelto del delito y liberado. Para ello, ya habían  pasado casi dos años seis meses de reclusión, comunicación verbal inédita, Fabela, 2005.
[33] Licona, 2008.
[34] Malinowsky, 1994; Acevedo, 1998; Franco, 2006; Villalobos y Castelán, 2007; Ainsoa y Pérez, 2008 ; Licona, 2008; Clymer, 2009; Mullis, Mullis y Normandie, 2009.
[35] Psychological self-help.htm, 2003.
[36] Slaikeu, 2000;  Silva, 2003; Díaz Atienza, 2007; Ostrosky-Solís, 2008; Licona, 2008.
[37] Ello implica la existencia de un punto de comparación; el cual puede ser desde la psicometría la población de donde se extraen las muestras poblacionales investigadas Hernández Sampieri, Fernández y Baptista, 2006.
[38] Franco, 2006; Díaz Atienza, 2008; Vite, 2008.
[39] Koppitz (2007).
[40] Como la depresión, Atienza, 2007.
[41] Díaz Portillo, 1998;  Newell, Hamming, Jurich and Jhonson, 2009.
[42] Ainsoa y Pérez, 2008.
[43] Villalobos y Castelan, 2007.
[44] Franco, 2006.
[45] Atienza, 2007, lo relaciona específicamente con la depresión de los adolescentes.
[46] Aunque aquí no se consideran los casos de retrazo mental profundo, donde incluso no hay capacidad de lenguaje o de articulación del pensamiento. Se puede suponer que en ciertos grados de retraso mental, si se podría dar la existencia de un autoconcepto, aunque sea rudimentario. Al menos, los observadores ajenos al sujeto así lo pueden decir.
[47] Fitts, 1965; Powell, 1975; Fabela, 1984 y 2005; Psychological self-help.htm, 2003; Daniels, 2003; Franco, 2006; Díaz Atienza, 2008; Vite, 2008; Licona, 2008; Ellis and Davis, 2009; Stith, Williams and Rosen, 2009; Newell, Hamming, Jurich and Jhonson, 2009.
[48] Los estudios longitudinales son de importancia, para poder diferenciar claramente, que el carácter cambiante del autoconcepto se debe a su evolución o desarrollo y no solo a los factores o situaciones que vivencia una persona. De esta manera, se podría entonces afirmar, que el autoconcepto tiene un surgimiento, un desarrollo y un envejecimiento. El cual sería paralelo, tal vez, al desarrollo físico del hombre. Esto de manera similar a desarrollo intelectual de los seres humanos.
[49] Licona, 2008
[50] Psychological self-help.htm, 2003; Daniels, 2003; Díaz Atienza, 2008; Vite, 2008; Newell, Hamming, Jurich and Jhonson, 2009.
[51] José Luis Valdez, 1991.
[52] Psychological self-help.htm, 2003.
[53] En estudios realizados por La Rosa (1986), José Luis Valdez (1989, 1991 y 1994), Reidl (2002), Díaz Loving, Reyes Lagunes, Rivera (2002) y Díaz Guerrero (2007).
[54] Psychological self-help.htm, 2003; Licona, 2008.
[55] Díaz Loving, Reyes Lagunes, y Rivera Aragón (2002) y Díaz Guerrero (2007), quienes en su etnopsicología o psicología transcultural, relacionan con los procesos de identificación dentro del grupo; lo cual ya había indicado S. Freud (1921) en su Psicología de masas.
[56] Planteamiento útil de acuerdo a Silva, (2003), para el tratamiento rehabilitatorio de las personas recluidas en centros penitenciarios o con comportamiento antisocial.
[57] Bonifaz, 1979.
[58] Villalobos y Castelan, 2007; Licona, 2008.
[59] Licona, 2008.
[60] Mahaler, 1980.
[61] Newell, Hamming, Jurich and Jhonson, 2009.
[62] Gliver, 2003.
[63] Ellis and Davis, 2009.
[64] Mahaler, 1980.
[65] Fabela, 1984.
[66] Odier, 1961; Licona, 2008.
[67] (Odier, 1961; Fitts, 1965; Psychological self-help.htm, 2003; Díaz Atienza, 2008; Vite, 2008; Rajabally, 2009.
[68] (Psychological self-help.htm, 2003).
[69]Licona, 2008; Ellis and Davis, 2009.
[70] (Fabela, 1984, pág. 113).
[71] Licona, 2008; Ellis and Davis, 2009.