Cap. I.- REVISIÓN TEORICA DEL AUTOCONCEPTO
d) CARACTERES CONCEPTUALES DEL AUTOCONCEPTO.
En esta sección
es de importancia la conceptualización de Rajabally (2009), que definía al
autoconcepto como un sistema. El cual puede ser"...un sistema perceptual
aprendido..." o "...una unidad
conformada por partes, que se encuentran en íntima y estrecha interrelación e
interdependencia dinámica; no siendo una simple reunión de partes..."
o si es "...la descripción, la idea o el pensamiento que un individuo haga
de sí mismo...".
Es la conjunción de múltiples aspectos en un todo. Pero no como entidades
separadas, sino interrelacionadas e interdependientes de manera indisociables.
Es decir que es una unidad en si misma. Por esto es una estructura; aunque
también puede ser considerada como una subestructura, de la totalidad que es la
psíque humana o tan solo de la personalidad. Al respecto Markus
cita:
“...estas
variables reflejan aspectos del autoconcepto o estructura de la
personalidad...” (pág. 458)
Con ello, al menos sabemos con cierta
probabilidad, de que es subestructura, de la personalidad, pero a la vez, es
estructura por sí mismo, el autoconcepto. Para ello es importante retomar a
Libert y Spiegler (2006) revisores de la aproximación fenomenológista de la
psicología de la personalidad, los cuales diferencian entre el yo
psicoanalítico y el rogeriano. Para Rogers, el autoconcepto no es una
estructura, porque él lo asocia con la persona. Por lo tanto, el autoconcepto
no es una estructura psíquica como el yo psicoanalítico que sí es. Ahora bien, desde los postpsicoanálitas, se
considera que el autoconcepto es parte del yo, por lo cual también se le puede
concebir como una subestructura. De una manera diferente Vite (2008) señala que
el autoconcepto puede ser una globalidad.
Una
característica de la concepción del autoconcepto como sistema implica el
señalamiento de Ellis and Davis, 2009,
quienes afirman al respecto:
“…habiendo
cambios en uno o más dimensiones de un autoconcepto, estos cambios afectan la
organización total del autoconcepto” (pág. 696).
Esto quiere
decir, que además de la interdependencia o interrelación, la movilidad de cada
uno de los componentes del autoconcepto se combinan y afectan mutuamente.
Al ser una
unidad, no contradice otra característica deslindada de los conceptos de
Doméneche (2003), quien afirma:
“...el autoconcepto es un constructo por
demás divisible... (...multidimensional...)
así, puede tener un nivel alto en unas facetas... y no tan alto o bajo en
otras...” (pág. 46).
Es decir, que
sin contradecir la indisociabilidad de la unidad que es el autoconcepto, si se
pueden diferenciar las dimensiones,
facetas o rasgos del mismo. Es por ello, el autoconcepto, unidad compuesta de
subunidades en sí mismo. Teniendo niveles diferentes entre todas ellas, a pesar
de su interdependencia e interrelación. La divisibilidad a la que alude
Doménech (2003), es de importancia, por el hecho de que si es divisible en
partes, se les puede investigar o estudiar de manera separada. Sin que por ello
menoscabe la unidad que representa el autoconcepto.
Postura
congruente con la concepción de sistema, de guestal o de una unidad compleja es
la de Ellis and Davis (2009);
donde un todo se constituye de diferentes partes (dimensiones) en
interdependencia e interrelación (Fabela, 1984). Por otra parte, vale la pena
señalar, que no solo el autoconcepto se compone de diversas dimensiones, sino
que su desarrollo o crecimiento es dispar; e independientemente de tal
disparidad, cada uno se afecta y afecta a la totalidad del autoconcepto.
Desde una
perspectiva diferente Osman (1988) hacen mención del grado en que los cambios o
la manera en que el autoconcepto o la imagen de sí mismo se estructure, influye
en el ser humano, al referir que:
“...muchas
áreas de la vida de un niño resultan afectadas, incluyendo su papel en la
familia, las relaciones con sus amigos, sus hazañas en el campo del béisbol:
seguramente se verán alteradas la imagen que tenga de sí mismo y la
seguridad en su capacidad para controlar situaciones cotidianas” (pág. 12).
Desde la
aproximación cognocitivista de la personalidad, poco se hace referencia al
autoconcepto, sin embargo Markus,
desde su concepción le atribuye al autoconcepto el estatus de estructura, el
autoconcepto es un concepto de mayor amplitud e incluye a los autoesquemas.
Importante es
también aquí, que ambos términos, autoconcepto y autoesquemas, no son
considerados como sinónimos; y que los autoesquemas forman, si no todo, si
partes del autoconcepto. Siendo ellos necesarios para la conformación del
autoconcepto. Markus señala la relación estrecha entre el autoconcepto y los
autoesquemas, siendo estos últimos definidos como:
“...generalizaciones
cognoscitivas sobre el sí mismo...” (pág. 459).
Ahora bien,
retomar que existe una diversidad de componentes que lo integran, es de
importancia, ya que permite diferenciar diferentes aspectos y estudiarlos por
separados. Algunas de tales facetas, son lo que Fitts (1965) llamaba el yo:
personal, social, ético-moral, familiar y físico. Que integran su marco
referencial externo. Del cual en su escala, obtenía un puntaje de evaluación
particular para cada uno de ellos.
De una manera
diferente, Fitts (1965), se refiere a los aspectos subjetivos con su marco
referencial interno. El cual contempla los aspectos relacionados con los
pensamientos, las emociones (aceptación o satisfacción) y el comportamiento. De
ellos se da una puntuación determinada.
Son de
importancia ambos marcos referenciales, por el hecho de que hablan de la
interdependencia, interrelación e integridad de los aspectos particulares de
cada marco referencial. Así, por ejemplo, de cada uno de los yoes, son enfocados
desde los tres marcos referenciales internos. Pudiendo ser dispares en cada uno
de los yoes, que conforman el marco referencial externo. Esto refuerza la
concepción y la dificultad, de la coincidencia de la realidad con la
subjetividad humana, característica definidora del autoconcepto.
Otro autor que
hace una conceptualización similar es Rogers
quien consideraba, que el ser humano tiene múltiples yoes o autoconceptos.
Los cuales no solo están interrelacionados, sino que son objeto del
autoconocimiento del mismo sujeto.
Aunque ello
parezca redundante. Dichos yoes, los asigna como dimensiones, dentro de las
cuales menciona la autoestima, la autoconsideración, el autoconcepto moral, la
confianza en sí mismo, el autocontrol, el egoísmo, la autorrevelación, el yo
como agente, la autocrítica, la identidad propia y la autorreflexión, de
acuerdo a la conceptualización de Jensen et al. (1991). Reafirmándose a la vez
con dicha reflexión, la consideración de que el autoconcepto es parte de una
totalidad o estructura mayor.
También Roger
señala la existencia de un yo real y un yo ideal, que deben ser claramente
separados. Aunque en realidad sería más correcto señalar que son un
autoconcepto real y otro ideal, a fin de no provocar confusiones con el uso tan
difundido del término del yo por los psicoanalistas. En este caso, Báez, Ortiz,
Dávila y Núñez (2006)
afirman, que Rogers debe ser ubicado dentro de los teóricos que dan las bases
de la psicología social. Señalamiento de importancia, porque la concepción del
yo entre ellos y los psicoanalistas es muy variada y se presta a confusiones.
En todo caso la acepción, de momento más cerca de ellos para el yo sería la del
autoconcepto. Aunque parece ser más practico su cambio por el del yo.
A fin de mediar
sobre el mencionado autoconcepto, ideal, habría que considerar, desde donde
sería establecido el criterio de lo ideal, lo cual desde un perspectiva de la
psicología social, lo sería del entorno del sujeto.
Si bien se
afirma que el autoconcepto se compone de diferentes partes, interrelacionadas e
independientes de manera indisociable, es importante recordar a Gliver (2003),
quien cita:
"... como
consecuencia de haber perdido el contexto materno que le era propio (el bebe).
Parece haber extraviado una parte de sí mismo, y sufrir esta pérdida que
aparentemente solo es exterior" (pág.99).
Importante
cita, porque parece contradecir lo indisociable. Pero a la vez, por que
enfatiza en la conformación del autoconcepto de partes; y de la posibilidad de
que algunas de ellas pueden perderse. Esto determina una característica más del
autoconcepto, que es variable y que no es absoluto e inmodificable.
En el párrafo
inicial de la presente sección, se decía, que no habría seguridad de si el
autoconcepto era un sistema perceptual aprendido o un sistema perceptual innato
o ambos a la vez. La consideración de solo lo perceptual no permite definirlo
de manera adecuada. Aunque lo perceptual es de importancia para su
conformación.
En tanto que lo
aprendido nos introduce en un proceso, individual y colectivo, sobre todo el del
segundo tipo (el aprendido), que no sería posible sin el primero (el innato). Y
desde la psicología social,
se enfatiza en ello.
Desde dicha
perspectiva, se puede considerar, que el autoconcepto es una complejidad, en la
cual se da la interrelación no solo de partes, sino también de procesos y
funciones psíquicas. Todos ellos interdependientes, porque el autoconcepto no
existiría sin ellas y estas a su vez no tendrían sentido sin el autoconcepto.
Se puede decir,
que el autoconcepto es también una organización,
tanto en la integración como en la integridad de sus componentes, que lo hacen
una totalidad o una unidad. También en concepción de algo que da sentido a la
estructura. Es por esto un organizador de una particular forma de integrar
dicho autoconcepto.
Desde este
significado del término de organización, se da otra característica más del
autoconcepto: Se le puede considerar como una idea o pensamiento. Llegando con
esto a nuestro punto de partida de la presente sección, el análisis de la
concepción de Rajabally (2009). De ninguna manera puede considerarse como algo
físico, sino más bien como una representación mental, como lo indica el mismo
autor y otros más.
De La Rosa
(1986) dice que el autoconcepto es como una “fotografía organizada” o una
gestal
organizacional (pág. 16) del sí mismo.
Ahora bien
dicha organización no es estática, como lo señalan Ellis and Davis
(2009) para quienes los cambios en el autoconcepto, en la adolescencia deben
considerarse como un proceso de reorganización, que es expansión y reflejo de
self; ocurriendo dicha dinámica o actualización del autoconcepto, tan solo al
adquirir el adolescente, en esta edad, nuevas habilidades que son incorporadas
a su autosistema y que afectan su autoaceptación. Su interés por estudiar
dichos cambios surgió de las contradicciones entre las investigaciones
empíricas y teóricas del autoconcepto del adolescente; ya que los primeros
plantean que no hay cambios, en tanto que los segundos afirman la existencia de
modificaciones en tal etapa.
Una de las
citas más completas de la descripción de Ellis and Davis (2009) es la
siguiente:
“Esta noción de
asincronía fue importante para la conceptualización de la organización y
crecimiento de las dimensiones del autoconcepto en un tiempo. Asincronización
del autoconcepto que ocurre mientras ciertas dimensiones del autoconcepto
cambian, mientras otras dimensiones permanecen estables. Sin embargo, habiendo
cambios en uno o más dimensiones de un autoconcepto, estos cambios afectan la
organización total del autoconcepto” (pág. 696)
Se puede
concluir que una característica más de este,
es su concepción como un constructo teórico.
Como lo indica Rogers
en la cita siguiente:
“...el yo y el
autoconcepto (los términos suelen emplearse como sinónimos) que es un
constructo teórico que alude a la forma en que las personas se ven a sí mismas.
Las percepciones que comprende el yo: 1).- se organizan de manera unificada y
coherente; 2).- son compatibles (están libres de inconsistencias y
contradicciones); y 3).- se integran formando un todo y no solo un cúmulo
de aspectos inconexos...(de Jensen,
Huber, Cundick y Carlons, 1991)” (pág. 410).
En resumen, el
análisis enfatiza aspectos relacionados, con acciones ejecutadas por un sujeto
y dirigidas a sí mismo. Agregando por ello, la caracterización que adquiere la
persona e indicadas por la raíz de la palabra compuesta: la autorrealización de
Maslow,
analizada por Markus,
también asigna otras características al autoconcepto cuando dice que:
“...estas
variables (autoeficiencia y autoconocimiento) reflejan aspectos del
autoconcepto o estructura de la personalidad...” (pág. 458)
Osman
(1988) también retoma el empleo de numerosos términos compuestos, con el
prefijo “auto-“, como lo son: autorrealizarse, autoestima, autocompensación,
autoprotección, autosuficiencia, autocontrol, autodenominarse y
autoevaluaciones. Aunque en ningún caso se les define, por el empleo del
prefijo “auto-“, se puede deducir que se refieren a acciones ejecutadas por el
mismo sujeto y dirigidas hacia este mismo. Importantes ellas, porque tienen un
efecto sobre la propia imagen que el sujeto tiene de sí mismo.
Retomar
a Jasper (1921) es de importancia, porque permite incursionar en una
característica más del autoconcepto, que emerge a partir de su análisis de la
conciencia y específicamente de la conciencia de sí mismo. Este último
concepto, cercano a la descripción de sí mismo o al autoconcepto. En la cual se
plantea la diferencia entre un fenómeno psíquico y un contenido psíquico.
Pudiendo ser el autoconcepto en especial el último. De tal manera se puede
hablar de diferentes yoes o autoconceptos. Con ello se puede entonces plantear
las diferentes facetas, dimensiones o partes integrantes del autoconcepto.