“Nada alienta tanto como un
primer crimen impune” (pág. 21)
Márquez de Sade (2003).
CAPITULO
III.- EL AUTOCONCEPTO Y LOS CENTRO DE PREVENCIÓN Y READAPTACIÓN SOCIAL EN EL ESTADO DE
MÉXICO.
a).- EL AUTOCONCEPTO EN EL DELITO Y LA RECLUSIÓN EN
UN C.P.R.S.
Una de las
máximas de la ley en nuestro país, consiste en indicar que nadie es culpable hasta
que se demuestre lo contrario. Ahora bien, para determinar la existencia de
dicha culpabilidad se requiere de llevar acabó un proceso hasta que se
concluya. Aunque en ello también cabe la opción, de que si no hay demostración
de la culpabilidad habrá una absolución de la
persona procesada, con respecto al delito que se le imputaba
(Silva 2003).
Dadas las
características y la gravedad de la comisión delictiva,
el proceso puede ser llevado a cabo bajo la estricta reclusión del procesado,
en una institución jurídica especializada para ello; o bien de manera externa,
debiendo el indiciado
acudir a sus audiencias en los juzgados correspondientes. En el último caso, al
ser declarado culpable,
de inmediato se procede a su reclusión, porque así lo indica la sentencia
dictada. El que lleva su proceso en reclusión, solo continúa dicho
internamiento que lo ha privado de su libertad mientras dure su proceso, que en
caso de ser absolutorio implica la inmediata liberación del indiciado. De
importancia es aquí, que la reclusión, puede incluir desde varios días hasta
varios meses para el desarrollo de su proceso. Es por ello que algunos de los
indiciados son internados hasta por ocho o doce meses, que es la duración del
juicio al cual fueron sometidos. Aunque con menor frecuencia, algunos procesos
pueden durar varios años.
Otros en poco tiempo son sentenciados.
El
establecimiento de una sentencia por la ejecución de una comisión delictiva,
implica el haber sido procesado y que se recabaron, durante dicho proceso, los
elementos de prueba, suficientes y veraces, para determinar que una persona
debe ser privada de su libertad (Silva, 2003); variando el tiempo de reclusión
de acuerdo al tipo de delito o a los agravantes
durante la comisión delictiva.
Y aún en estos casos se cuentan con recursos legales como son: la apelación de
la sentencia y juicio de amparo.
Opciones que pueden favorecer la reapertura del proceso y la revocación de una
sentencia para juzgarlos de nuevo; la reducción de la sentencia e incluso la
absolución de la misma. En algunos casos se pude ver implicada la modificación
de la sentencia, incrementándose esta. Una última alternativa presente es, la
confirmación de la sentencia, en este caso, solo se ratifica la sentencia que
originalmente había sido impuesta después del proceso del interno.
Todo lo anterior
está sustentado por la definición del delito, como en el Derecho
Penal Mexicano, elaborada por Carrancá y Rivas (2005).
El cual afirma que: desde lo jurídico, es una acción, que puede ser sancionada
(Beling). Ello en razón de infringir una ley del Estado, promulgada para
proteger la seguridad de los ciudadanos, moralmente imputable y políticamente
dañosos (Carrara). Y desde lo legal es:
una infracción voluntaria, por un acto o una
omisión,
de una ley penal, haciendo lo que ella prohíbe o dejando de hacer lo que manda
(Código Penal de 1871). Lesionando el derecho protegido de los demás (Código Penal de 1929). Situación que
justifica el hecho de que la ignorancia no exime la responsabilidad del hecho
delictivo.
Una vez involucrado el sujeto en un proceso legal,
existen diferentes formas de abordaje institucional para ellos. Implicando
diferentes áreas de trabajo como son: la jurídica o legal, vigilancia y
custodia, criminológica,
laboral, médica, social, educativa y psicológica.
Que permite la conformación de un grupo interdiciplinario de profesionales,
para la evaluación, diagnóstico, tratamiento y seguimiento de los sujetos
involucrados en los C.P.R.S. del Estado de México.
En la primera área se incluye a la dirección y la
secretaría general del C.P.R.S., con una participación en especial de
licenciados en derecho penal. En la quinta área, se involucra a personal de
medicina general y psiquiatría, así como de enfermería. En la sexta área se
contempla a trabajadores sociales o sociólogos. En la séptima área participan
profesores con carrera magisterial, licenciados en psicología educativa o
pedagogía, avalados por INEA.
En la octava área, licenciados en psicología clínica. Y por último en la
tercera, licenciados en psicología o diferentes profesionistas con especialidad
o maestría en criminología.
La primera y segunda áreas se encargan de la
custodia, vigilancia y supervisión de los sujetos recluidos en un C.P.R.S.,
para llevar a cabo su proceso o para el cumplimiento de su sentencia. El área
médica se responsabiliza del cuidado de la salud de los internos y del
seguimiento y supervisión de los grupos de Alcohólicos Anónimos
dentro de la institución. El área sociológica
contempla la evaluación sociológica y familiar de los internos, buscando la
consolidación o el rescate de los núcleos familiares primarios y secundarios,
que apoyen a los internos durante su reclusión; así como el control de las
visitas del interno. En cuanto al área de psicología, esta se encarga de la
evaluación y diagnóstico, clínico y psicopatológico de los sujetos; más
adelante se encargará del tratamiento terapéutico.
Cabe destacar, la consideración de que, en el
Manual de leyes y penas privativas del Estado de México, se contempla, que el
trabajo, la educación
y el deporte
son elementos esenciales para la rehabilitación del delincuente, en un
esfuerzo por lograr la reincorporación del sujeto privado de su libertad o con
comportamiento delictivo a una sociedad, siendo ello el objetivo esencial de la
reclusión carcelaria según lo señala Silva (2003). Cuestión a su vez consignada
en Diario de la Nación (2008) de igual manera.
Reincorporación que se puede dar de dos maneras: por
el cumplimiento de la sentencia impuesta, o bien, por la liberación anticipada
de los mismos. En
el último caso, se contemplan diferentes modalidades que son: la prelibertad,
en sus modalidades de prelibertad con reclusiones nocturnas o en fines de
semana; con presentaciones semanales, con presentación quincenal, con
presentaciones mensuales
o la remisión y compurga.
Ahora bien, lograr dichos beneficios de la
institución, se da por el cumplimiento de diversos requisitos, señalados por
cada área específica. Excepto en el caso de la compurga total de la sentencia.
En esta última, solo es de importancia que el interno haya cumplido la
totalidad del tiempo asignado para reclusión por el delito en el cual se vio
involucrado; que no existan procesos pendientes u otras sentencias que ameriten
la continuidad de la reclusión.
De los requisitos señalados, por el área de
investigación que se desarrolla, es de importancia la psicología clínica
penitenciaría. Cuya labor consisten en la entrevista de ingreso,
a fin de recabar los datos esenciales que describan al indiciado, en la
primeras cuarenta y ocho horas de reclusión. En segunda instancia se procede a
la aplicación de psicometría básica
a los procesados, que preparen y anticipen el estudio de personalidad, que se
requerirá por los juzgados correspondientes y necesarios para la conclusión del
proceso jurídico.
Una vez sentenciado el sujeto, se procede a la
actualización del estudio de personalidad,
a fin de conocer con mayor amplitud al interno, diferenciando el diagnóstico
clínico y de personalidad, elaborado en la fase del proceso. Situación que
permitirá la planeación del tratamiento subsecuente y que favorezca los cambios
mínimos que permitan la reinserción adecuada del sentenciado a la vida social y
familiar, al concluir su sentencia o al lograr los beneficios de libertad
anticipada.
Terapéuticamente son objetivos de importancia lograr
la estabilidad y tranquilidad emocional del interno durante la reclusión
necesaria. Apoyarlo para afrontar la misma reclusión y los conflictos sociales,
familiares y personales derivados de la reclusión y del tiempo que sea recluido
(Silva, 2003). Concientizar la responsabilidad sobre el hecho delictivo que se
le ha imputado y las características que el mismo incluye,
como es: la aceptación del mismo delito; la aceptación del dolo o culpa
por la comisión delictiva en que se involucraron; la aceptación de los
agravantes de premeditación, alevosía y ventaja,
dolo o culpa, que
definen las características del acto punible
por el cual fue sentenciado; concientizar el comportamiento inadecuado y las
causas
que lo inducen al involucramiento en un delito; planeación y favorecer el
cumplimiento de los requisitos instituciones; favorecer el mínimo de cambios
o canalización de sus características de personalidad que permitan el
comportamiento adecuado y el respeto de las normas y valores sociales;
y por último, planear y programar un proyecto de vida
a corto, mediano y largo plazo, que favorezca la reinserción en su vida
laboral, social y familiar del interno.
De importancia es tener en cuenta, que tal
tratamiento necesariamente implica la reclusión del delincuente. Ya que antes
no es posible hacer algo, tan solo porque no son detectados o no hay interés en
ellos por un tratamiento. Pero en el estado de México, no solo es de
importancia la sola reclusión en un centro penitenciario, es necesario que el
interno sea sentenciado, porque se le encontró responsable del hecho delictivo.
De acuerdo a la normatividad de las instancias legales, se condiciona
a que el sentenciado reciba un tratamiento para lograr su reinserción a la vida
social independientemente de si compurga su sentencia o le es otorgado algún
beneficio de libertad anticipada. Esto debido a que se trata de prevenir la
continuidad del
comportamiento delictivo. Es decir, que mientras el interno en un C.P.R.S. en
estado de México, no esta obligado al mismo tratamiento hasta que no se de una
sentencia condenatoria. Esto no quiere decir, que no le sea proporcionada la
misma si lo requiere durante su proceso. Aspectos que son trabajados
clínicamente mediante la implementación del tratamiento psicológico
institucional, que consiste en la psicoterapia individual, familiar y grupal,
en sus diferentes técnicas u orientaciones teóricas.
b).-
CARACTERÍSTICAS DE LOS INTERNOS EN UN C.P.R.S., POBLACIÓN EN ESTUDIO.
En la
actualidad, en el estado de México, en el 20l0, se cuenta con siete mil
quinientos treinta y tres
internos bajo proceso y diez mil novecientos sesenta internos sentenciados, en
ambos casos por delitos de fuero común o federal. De ellos mil cuarenta son
mujeres y diecisiete mil cuatrocientas cincuenta y tres son hombres. Con un
mínimo de diez y ochos años de edad y un máximo de más de setenta años. De
diversos estratos socioeconómicos y con un nivel de escolarización
predominantemente bajo, en promedio de sexto año de primaria.
Dentro de los
delitos más comunes por los cuales los internos son procesados o sentenciados
corresponden a: robo en sus diferentes modalidades (agravado, con violencia, a
transeúnte, en interior de vehículo, de vehículos, en interior a casa
habitación, a comercios o establecimientos, de autopartes, bancarios o a
vehículos de transportes de valores), homicidio, secuestro, violación y actos
libidinosos, robo de infantes, delitos contra la salud (posesión y tráfico de
drogas), fraude, abigeato,
etcétera.
Para las
mencionadas reclusiones, en el estado de México se cuenta con un total de veintiún
Centros de Prevención y Readaptación Social y una Penitenciaría, distribuidos diez
en el Valle de Toluca y doce en el Valle de México, en donde se encuentra
recluidas un total de dieciocho mil cuatrocientos noventa y tres personas en
proceso o cumpliendo una sentencia por un delito determinado.
Es de
importancia señalar que dada la cantidad de sujetos sometidos a proceso o
sentenciados en los mismos, existe una sobrepoblación
de la capacidad planeada para reclusión legal por la presencia de una comisión
delictiva. Ello conlleva que la reclusión sea difícil, al rebasarse dicha
capacidad, que de manera estimada en el estado de México sería de un cuarenta
porciento de la población actual. Lo cual es una realidad no solo del estado de
México, sino del país.
Pero fundamental esto, para el estudio que se desarrolla, por su efecto en el
autoconcepto de un ser humano que ha
sido privado de su libertad y que esta recluido por un determinado tiempo.
Específicamente,
las características de la población estudiada (ANEXO XV) serán revisadas en el
capítulo de metodología de la presente investigación. Sin embargo es de
importancia retomar a Acevedo (1998) y Silva (2003), quienes, uno desde el
campo de la psicología y otro de la criminalística, afirman, que es frecuente
encontrar, que los delincuentes tienen bajo nivel escolar,
que provienen de zonas socio-económicas bajas,
que cuentan con familias desintegradas,
incompletas y disfuncionales. Dentro de la última característica se puede
incluir, con frecuencia, a la madre o al padre con más de una pareja; la
existencia de medios hermanos por parte tanto de padre como de madre.
Considerar a
Wolf (2005) desde la referencia siguiente introduce la consideración de los
factores socioeconómicos como generadores de la conducta delincuencial, a pesar
de que para el no son los determinantes exclusivos, y que es como sigue:
“La importancia de las condiciones económicas
en la comisión de delitos reside en su influencia sobre el desarrollo gradual
de personalidades delincuentes, desarrollo que se inicia en la primera
infancia. La conducta criminal es en este caso resultado de la inadaptación al
ambiente a causa de la inestabilidad
económica. Los padres agobiados por la pobreza se ven obligados a descuidar la
educación de sus hijos. El niño tiene que salir a la calle para encontrar
compañía. Cuando los padres regresan al hogar, cansados de trabajar, no están
en disposición de procurar al niño la debida atención y calor afectivo. Tiene
que negar a sus hijos casi todos los juguetes que se exhiben en los escaparates
y las diversiones a los que los niños más acomodados están acostumbrados” (pág.
139).
Retomar ahora a Ehrenwald (1977), con un ligero rodeo, se puede
relacionar la importancia del núcleo familiar con respecto a la posterior
delincuencia en uno de sus miembros, pero desde la dinámica de la misma y la
determinación de la dinámica individual. Al respecto es de importancia la cita
siguiente:
“...Actitudes
empático-enquinéticas en las que el padre trata a su hijo como si el fuera una
extensión de su propia imagen corporal, tratando de controlar, de manipular, de
hacer actuar a un brazo, una pierna, o un órgano de lenguaje que no es suyo. En
el caso extremo puede comportarse como un amputado que todavía siente dolor en
una pierna fantasma, que trata de doblar un brazo inexistente o de cerrar un
puño desde hace tiempo perdido” (pág. 31)
La consideración del padre
de tal manera de que su hijo, indica la importancia de la influencia que este
tendrá en las características de su descendiente. Que al menos de acuerdo a las
expectativas de los padres se espera respondan a ellas de la forma esperada.
Sin embargo, el autor continúa diciendo:
”Esta
el caso del mayor de los muchachos Korn... que respondió a las actitudes frías,
lejanas y rechazantes de su madre en términos de una actuación delincuentes...”
(pág. 117).
Esto lleva a que, si bien las expectativas de los padres son de
importancia en la determinación de los hijos y del autoconcepto de su hijo,
depende de cómo sea la relación o la calidad de dicha interacción que
favorecerá la presencia de determinadas características.
Desde una perspectiva diferente podemos hipotetizar una nueva
característica de los sujetos con problemas delictivos y posteriormente
internos en un centro de reclusión legal. Según Ehrenwald, (1977) al estudiar
el patrón de rebelión y resistencia contra las actitudes de control-dominio o
rígidas-autoritarias en la familia dice:
“Esto
se ilustra en la conducta del mayor de los hijos de Korn en
relación con sus padres y en su actuación delincuente posterior contra su novia
y la sociedad en general…” (pág. 21).
Otras
características de personalidad particulares de los delincuentes son la baja
autoestima o autoconcepto,
impulsividad, la baja tolerancia a la
frustración y la demora,
el resentimiento, la oposición, la
reiteracia conductual delictiva
habitual, el uso de alcohol o
diversas drogas, la adhesión a pares negativos o grupos para y antisociales,
etcétera.
Ahora bien,
considerar el texto de Freud
(1916), sobre “Algunos tipos de carácter dilucidado por el trabajo
psicoanalítico”, nos introduce en otras características y en la explicación de
la dinámica de algunos delincuentes. Para ello es importante la cita siguiente:
“...individuos
que con alguna motivación particular se revuelven contra esa propuesta. Dicen
que han sufrido y se han privado bastante, que tienen derecho a que se les
excuse de ulteriores requerimientos, y que no se sometan más a ninguna
necesidad desagradable pues ellos son excepciones y piensan seguir siéndolo. En
un enfermo de este tipo, esa pretensión se extrema hasta el convencimiento de
que una Providencia particular, que los protegería de semejantes sacrificios
dolorosos, velaba por él...” (pág. 320)
Aunque S. Freud (1916) se refiere a los
motivos inconscientes del acto delictivo, se puede deslindar una característica
más de algunos delincuentes: algunos tienen motivos “neuróticos” pero otros
carecen de ellos. Cometen los delitos por que no han “desarrollado inhibiciones
morales” que eviten o prevengan ese comportamiento, acorde esto con los
criterios diagnósticos del DSM-IV-R y la concepción de Ey (2006), con respecto
a la personalidad antisocial. Al respecto, Silva (2003) hace un señalamiento de
interés, porque él se refiere a los trastorno de personalidad, como
determinantes de la delincuencia. Si bien ello es cierto, hay que aclarar, que
dicho diagnóstico, en el DSM-IV-R, corresponde al eje II de su clasificación
diagnóstica, como la personalidad antisocial. Sin embargo, este no es el más
común, al menos en la delincuencia. No puede establecerse delincuencia como
sinónimo de personalidad antisocial. El comportamiento delictivo, es usual que
sea por otros motivos, solo eso, una conducta antisocial, tal como lo afirma
Silva (2003), el DSM-IV-R (2005) y Ey (2006). Por ello existe un segundo
diagnóstico que es el comportamiento antisocial del adulto. Ahora bien, hay que
aclarar, que este es utilizable, cuando tal conducta se transforma no en un
problema legal, sino psiquiátrico y de salud mental (Wolf, 2005).
Considerar como lo hace S. Freud (1916) que
aquellos “por que en su lucha contra la sociedad se creen justificados en sus
actos”, introduce otra característica más, que son personas que no creen estar
equivocados o que su comportamiento sea inadecuado.
Por ello es frecuente que el interno niegue su delito o afirme que se le
involucro en el mismo y que es inocente.
Esto delimita otras características como son: el ser primodelincuentes
legalmente, y delincuentes habituales pero sin conflictos legales.
Desde el punto de vista dinámico, no hay que
olvidar la consideración de Uribe Antonio (2004), quien realiza un análisis
extenso de la manera en como la agresividad y las dificultades para su manejó,
en los sujetos homicidas, es de importancia para determinar su comportamiento
delictivo. Agresión que ella contempla desde lo inconsciente.
Con frecuencia el sujeto sometido a proceso
legal se observa deteriorado física
y mentalmente pero al año, se da una
recuperación de importancia de manera física; siendo más lenta la recuperación
mental. Con gran frecuencia al ingresar, al reclusorio, el deterioro es
evidente y de diferentes tipos, como son:
1.
Físicamente están desnutridos, desaseados y
desaliñados. Es posible que al comparar la edad cronológica con la aparente
haya una discrepancia considerable. Representan mayor edad de la que tienen.
2.
Desde el punto de vista familiar, han tenido varias
parejas durante su comportamiento delictivo, algunas de ellas de manera
temporal. O hay hijos con diferentes mujeres. Con frecuencia han abandonado el
núcleo familiar primario, pero no es inusual que también el secundario.
3.
Socialmente se caracterizan por haber tenido
trabajos de corta duración, por inestabilidad laboral, subempleos o bien por
parálisis, es decir que con frecuencia han estado desempleados por diversos
períodos.
4.
Desde el punto de vista psicológico, se observa
deterioro mental al evaluar clínicamente sus funciones intelectuales.
Justificándose este por los años en que no han estudiado y que casi siempre son
muchos, por haber abandonado la escolarización institucional. Algunos presentan
trastornos psiquiátricos,
como la esquizofrenia o los trastornos paranoides, la depresión, los síndromes orgánicos
cerebrales, alcoholismo, farmacodependencia, etcétera. La capacidad de
comprensión y de atención es muy frecuente que se encuentre alterada. Esto
conlleva las dificultades, en la evaluación psicológica y en el adecuado
seguimiento de instrucciones; lo cual no solo es por el interés del interno por
oponerse a la figura de autoridad como lo indicaría su resentimiento
al ser recluido en la prisión o el adaptarse al código carcelario.
Partiendo de Ehrenwald (1977), en su análisis de la neurosis en las
familias, las cuales estudia de manera longitudinal y transversal, se puede
observar otro de los factores de orden psicológicos, que favorecen el
surgimiento de la delincuencia. Así por ejemplo, él cita:
“...con
gran frecuencia la propia rebeldía del niño puede estar condicionada por
diversos rasgos neuróticos o puede conducir a la delincuencia, a la aberración
sexual o síntomas psicosomáticos” (pág. 226)
De
esta manera se enfatiza, en que no solo las circunstancias actuales son
condicionantes del surgimiento del comportamiento delictivo, sino que esto
puede tener una etiología que se encuentra en el desarrollo infantil. Con
frecuencia y en especial ante el comportamiento antisocial del adulto y la
franca personalidad antisocial, se da en la infancia y la adolescencia lo que
se conoce como trastorno disocial, según el DSM-IV-R (2005). Trastorno que
desde la infancia se caracteriza por la trasgresión y ataque a las normas y valores
sociales.
Wolf
(2005), menciona que aunque parece muy radical, es de importancia observar su
pensamiento con respecto al desarrollo de la delincuencia. Este menciona que:
“...las
investigaciones psicológicas indican <<que la deformación de la personalidad
juega un papel importante en las manifestaciones delictivas y que ciertos
conflictos, defectos o mecanismos mentales aparecen muy frecuentes en los
delincuentes>>” (pág. 134).
Si
bien es muy tajante la opinión del autor, el mismo hace una corrección al
indicar que:
“No
ha sido demostrada la existencia de una <<personalidad criminal>>”
(pág. 133).
“Aunque
hay casos de criminalidad motivada por trastornos mentales, estos solo
constituyen el veinte porciento” (pág. 133).
Dicha
rectificación, da paso al énfasis, en los componente psíquicos de la
estructuración y desarrollo de la conducta delincuencial. Por esto es de
importancia la referencia siguiente:
“La
diferencia principal entre el neurótico y el criminal es que el primero
introyecta sus tendencias anormales, volviéndose así autodestructivo, mientras
que el criminal las extravierte, proyectando sus tendencias destructivas sobre
los demás y justificando así sus actos delictivos” (pág. 141).
Esto permite la comparación entre
el comportamiento neurótico y del delincuente. Como esto da origen, a dos tipos
diferentes de delincuentes. El primero parecido al descrito por S. Freud (1916)
y el segundo al abordado por el DSM-IV-R (2005) y Ey (2006). Es por ello tal
vez que Wolf (2005), externa cierta alarma al considerar a la delincuencia
cuando afirma:
“La
delincuencia es la expresión más peligrosa de anormalidad para la sociedad”
(pág. 133).
En
un análisis más detallado se afirma
que probablemente hay un veinticinco porciento de enfermos mentales y otro
veinticinco porciento con retraso mental entre los delincuentes, según el
psiquiatra británico William Healy citado.
Abordar
a un autor diferente, aunque no era su propósito el análisis de los
delincuentes, se puede extraer nuevas características de los mismos. Así por
ejemplo, El Márquez de Sade (2003) afirmaba:
Pero aunque
Harpin mejoró con respecto al sexto mandamiento, empeoró en lo que respecta al
séptimo. Conforme el tiempo pasaba, la cantidad y el monto de sus robos fue
creciendo, y también la temeridad con que los realizaba. De pronto, las cosas
llegaron a tal punto que hasta intentó conseguir la ayuda de Justin en sus
fechorías (pág. 47).
-Mi querida
niña –le dijo un día- ¿Por qué vas a seguir soportando pobrezas mientras el
mundo a tu alrededor se enriquece? Robar es fácil, es provechoso, y si se
realiza con la compañía adecuada, hasta puede ser divertido (pág. 47).
...hubo una
época en Grecia en la que el robo fue reconocido como acción noble, y en otras
civilizaciones se ha premiado a los ladrones por su habilidad y valentía, que
son dos virtudes necesarias en una nación poderosa (pág. 47).
-Está muy bien-
dijo entonces Harpin, y sus ojos lanzaron otra vez aquel extraño destello que
acompañaba siempre los ataques contra sus pies. Pero esta ocasión no le miraba
los pies (pág. 48).
Es
probable, que la delincuencia sea visible, ya que robaba o estafaba, pero que
su personalidad contenga otros aspectos negativos o psicopatológicos.
Como en el caso del personaje de la cita, el fetichismo o la usura. Patología
que se intercambia con la conducta delictiva. Si una está presente, la otra
esta atenuada. Son rencorosos, vengativos, intelectualizadores y
racionalizadores. Argumentando sin cesar la justificación de sus motivos para
delinquir o sobre su inocencia en el delito.
Du Plexsix (2002) cita, con respecto a la vida del Marqués de Sade, lo siguiente:
“Durante
los años que su esposo paso en la cárcel, la comida sirvió de materia prima
para la locura de dos bandas de los Sade. Algunos de los ataques de furia más
salvajes del Marqués eran producto de la ineptitud de su esposa para cumplirle
sus órdenes culinarias a la perfección (“El bizcocho de Saboya no es ni mucho
menos lo que yo pedí: quería que estuviera bañado en chocolate por toda la
superficie, por encima y por abajo...” (pág. 393)
“…Pélagie
también menciona a un conocido sastre de París a quien Sade había encargado de
inmediato varios conjuntos elegantes para llevar en prisión. <<Carlier me
ha prometido que se dará prisa en confeccionarte la pequeña levita de verano.
También recibirás cuatro sombreros de lino y cuatro pares de medias de
algodón>>. (La coquetería del marqués no disminuyó durante su
encarcelamiento. <<Hazme llegar una pequeña levita de color pasa, con
chaleco y unos pantalones de ante, algo fresco y ligero, pero sobre todo, que
no sea de lino, en cuanto al otro conjunto, que sea marrón de París, un color
que está de moda este año, con algunos adornos plateados, pero en ningún caso
galones plateados>> (pág. 316).
“No obstante,
Sade se quejaba sin cesar de que ella no cumplía sus encargos culinarios y de
sastrería como él deseaba. Lo que provocaba que Pélagie se disculpara una y
otra vez. <<He enmendado de inmediato mi error anterior. Acabo de
prepararte un tarro de médula de buey con aceite de avellana. [...Me he
asegurado de que el agua de colonia que te he enviado esta vez sea mejor que la
anterior...] En cuanto al espejo, fue el mejor que pude conseguir. >> La marquesa
adjunto a una carta característica una lista de los productos que acababa de
enviarle a su esposo; a parte de los numerosos artículos de Grourmet, en el
paquete también había pomadas faciales, pantuflas, cuatro kilos de velas, más
colonia, otros seis pares de medias de algodón, seis chalecos, una amplia gama
de cintas para el pelo, sombreros y guantes. (Resulta sorprendente el
narcisismo que motiva a un hombre, a quien solo se le permite salir de su celda
unas pocas horas al mes, a encargar tan amplio vestuario). En los paquetes,
Pélagie siempre incluía notas en las que confirmaba su pasión por el Marqués.
<<quiéreme mucho, dímelo muchas veces Sólo me consuela repetir miles de
millones de veces que te quiero y te adoro con toda la intensidad propia del
amor, tanto que no es posible expresarlo con palabras. ¿Cuándo podré volver a
besarte? Creo que me moriré de felicidad>>” (pág. 318 y 319).
Lo que aquí hay
que destacar es la demanda que el interno hace a su familiar sobre sus
“extravagancia”. Mismas que son constante, inaplazables e irrevocables. Pero a
la vez tienen como característica que son insaciables. No importa cuánto se le
de siempre hay nueva o las mismas peticiones.
Estas son de carácter oral, como lo es la comida, física o en prendas u objetos;
pero también de amor y fidelidad. En este último caso se encadena, en la
relación de pareja, con el temor a que se encuentre otra persona con la cual se
haga una vida. De ahí se introducen los celos y la desconfianza, así como las
frecuentes peticiones de fidelidad y que esto les sea ratificado verbalmente.
De una manera diferente se trata de presionar esto, mediante la generación de
sentimientos de culpa, en ello se da el involucramiento de los hijos. Aquí se
da la exigencia de la preocupación por los mismos de manera exclusiva, porque
ellos no lo pueden hacer. Pero que es lo que realmente tampoco nunca han hecho
por dedicarse a los delitos, al consumo de sustancias u otras actividades. En
el caso del Marqués de Sade, no es una excepción a ellos. Después de todo,
cuando llego a ser liberado, de inmediato, o al poco tiempo, nuevamente
organizaba sus orgías o francachelas. Faltando con ello a la fidelidad o
atención que se había prometido para su esposa e hijos durante su reclusión.
Pero, con tal demanda o desconfianza, había que pensar en la valoración que una
persona hace de sí misma. En la constante preocupación de que pueda ser
“traicionado”, se vive en la constante zozobra. Por otra parte, el retomar la
demanda, nos hace suponer que él es acreedor de todo lo que pide. Por ello no
solicita, sino exige. Es más claro, con la referencia que la autora hace al
narcisismo. No solo porque busque tener una apariencia a través de la
vestimenta, sino también porque sus demandas orales deben ser satisfechas. Con
ello podemos adjudicar a dicho autoconcepto del recluso, el ser una persona
narcisista, preocupado por el mismo y sus necesidades o deseos, sin consideración
de los que lo rodean. Ellos son meros medios de su propia satisfacción. Por eso
son exigentes y demandantes. La cita, aunque larga, es relevante, porque
características que se describen sobre el Márquez de Sade son iguales a las
observadas clínicamente en el trabajo con los internos de los C.P.R.S. del
estado de México.
Por último, no
hay que olvidar que el interno debe adaptarse a la vida carcelaria, a la pérdida
de su estatus y acuerdos familiares que tenía establecidos antes de la
reclusión. Esto es fundamental en especial ante la existencia de una sentencia
prolongada. Además se da la adopción del argot o lenguaje carcelario. Se da el
decremento de su vida sexual y con frecuencia ante ello se da un
involucramiento en la homosexualidad transitoria.
Con excesivo tiempo libre, ante las frecuentes carencias. Están sometidos a
intenso y constante estrés, inseguridad y presión por su diaria convivencia en
hacinamiento con otros internos y con enormes limitaciones personales. Motivos
que son generadores de ansiedad y angustia. Complementándose esto con el temor
cuando sus familiares acuden a las visitas. Es a esto a lo que se llama el
proceso de “prisionización”.
c).-
LOS C.P.R.S. Y EL AUTOCONCEPTO.
Del anterior
subcapítulo se deriva la pregunta siguiente: ¿Cuáles son las características
del autoconcepto en personas recluidas en un C.P.R.S.? Lo cual motivó la
elección de la población de nuestra investigación, el interés por construir un
cuestionario del autoconcepto para la presente tesis.
Desde diferentes
investigadores o teóricos encontramos algunas respuestas de interés señalado
por la mencionada pregunta. Al respecto, Romí
(2008) afirma:
“Es
particularmente propenso (los delincuentes sexuales seriales) a delinquir
cuando ha sufrido una pérdida en su autoestima, se han burlado de él, ha sido
rechazado sexualmente o han cuestionado su masculinidad” (pág. 9).
Para él,
al menos dentro de los delincuentes sexuales les asigna un bajo autoconcepto
y analiza algunas de las causas que llevan
a ello. Lo cual ratifica Acevedo (1998), en su investigación en internos
con delito de robo con violencia y en Castillo y Tena (1982), con menores
infractores recluidos en la escuela de orientación para menores infractores.
Con los sujetos
menores infractores, es de importancia el hallazgo de Castillo y Tena (1986),
quienes concluyen, que el autoconcepto se ve afectado por el internamiento en
las escuelas de orientación para varones, en las cuales dichos jóvenes purgan
una sentencia por haber participado en un delito.
Estos autores
son de importancia, porque además, concluyen que tanto el que delinque como el
que es internado en un centro penitenciario tienen un autoconcepto que es
deficiente, negativo, “malo”, bajo o
inadecuado. Es decir, que no solo la
reclusión afecta su autoconcepto, sino que las condiciones de vida,
previas a la reclusión, determinaron una estructuración deficiente o inadecuada
de su autoconcepto. Las condiciones desfavorables a nivel social, familiar y
personal condicionan las características de dichos sujetos. Pero la manera en
que se den dichas condiciones, son de importancia, aunque ellas hayan sido
favorables. Esto es posible deducirlo, porque las características descritas por
Castillo y Tena (1986) son desfavorables y que son ratificadas por el estudio
de Acevedo (1998) con adultos internos en un reclusorio de la ciudad de México.
Romí (2008) se refiere a la presencia del delito, independientemente de las
características que posea el delincuente. Aunque aquí, Silva (2003) no se
olvida que en los delincuentes también puede haber un nivel de autoconcepto
alto como en el caso de los llamados “delincuentes de cuello blanco”.
Las condiciones de reclusión y el “trauma”
que la detención y reclusión representan vienen a agudizar y deteriorar dicha
autoconcepción. Aquí es tan solo de
importancia la consideración de la sobrepoblación en los C.P.R.S. indicada en
el estado de México. Lo cual crea condiciones de reclusión de hacinamiento.
Con todo esto, su comportamiento se determina y se refuerza dentro de la
inadecuación que venían presentando y que involucran la ejecución de una
conducta delictiva.
Esto según Silva (2003) favorece la ejecución de nuevos delitos o conductas
antisociales o parasociales en la reclusión; porque ellas se transforman en un
medio para mejorar su estatus personal, su autoestima y su autoconcepto. Esto
es posible por el hecho de que el “código delincuencial” le permitiría y le
daría un nuevo valor al sujeto que ha sido recluido en una institución
penitenciaria.
“Código delincuencial”
que se inicia desde la conformación del comportamiento parasocial y antisocial
antes de la reclusión y desde la adolescencia como lo indica, (Ehrenwald,
1977) al
señalar que:
“Igualmente
los delincuentes y miembros de las pandillas juveniles pueden conformar sus
valores de
acuerdo con una versión idealizada de un criminal tomada del cine, la
televisión o páginas de una historia de misterio…” Pág. 27).
O de
un santo como lo sería la Santísima Muerte o Valverde, santo de los
narcotraficantes, o la Virgen del Rosario, de Medellín, Colombia, como
protectora de los sicarios. Este punto introduce además uno más de los motivos
psicológicos para el surgimiento de la delincuencia, la imitación.
Un
aspecto de interés del “código delincuencial” en las cárceles es, que este
implica ciertas normas que dan estatus o reglamentan la vida entre los presos.
Además de establecer que “lo que ocurre entre ellos no debe ser conocido por
las autoridad”, ante las cuales se hace frente común de oposición y rechazo de
las mismas. Estableciendo sanciones para ello, como por ejemplo en los que se
“chivan”.
Sanciones que van desde los golpes hasta la muerte misma.
Por otra parte,
el ser detenido y encarcelado es un motivo ya para determinar que el sujeto sea
“malo”,
tal como lo dice Foucault (2008) en su texto de “Vigilar castigar”, donde
realizo un amplio análisis del surgimiento del sistema penitenciario en Francia
y el motivo de ello, pero válido para nuestro país. Actuando en consecuencia
desde dicha perspectiva el hombre, que llega a ser privado de su libertad en
relación a la ejecución de una comisión delictiva. Quizás por ello es relevante
y demostrativo de lo que dice el mencionado autor, con respecto al comentario
de los familiares de internos en un reclusorio del estado de México y que es como
sigue: “Una vez que estuvieron en la cárcel su forma de ser y su apariencia
(los gestos de su rostro) cambian radicalmente”. Esto se refiere a su aspecto
fisonómico, pero es extensivo a las características de personalidad y
conductuales, específicamente en el autoconcepto.
Con respecto a
esas condiciones de vida previas a la reclusión,
las cuales influyen, indudablemente, para que se de su comportamiento delictivo
están: el fallecimiento de alguno de los padres en la infancia, maltrato
infantil, abandono del hogar en la infancia, farmacodependencia, alcoholismo
del padre, etcétera. Así lo confirma Acevedo (1998) en su estudio de la
autoestima con internos sentenciados por delitos de robo con violencia, en un
reclusorio del Distrito Federal. Datos que él y nosotros obtenemos de las
historias clínicas de los internos evaluados.
El cambio de
estatus, de libre a delincuente,
recluso u otro calificativo, es importante, porque ello establece una
autoconcepción en los internos y a la vez puede reforzar la estructuración
negativa de su autoconcepto y su comportamiento inadecuado. Dándose de esta
manera una continuación del autoconcepto y comportamiento inadecuado previo a
la reclusión, pero ahora en el confinamiento legal a que son sometidos. Es
decir, que la reclusión no evita, al menos en muchos casos, el deterioro del
autoconcepto o el comportamiento que se tenía.
En conclusión,
las características del autoconcepto de los sujetos que han sido recluidos en
un centro penitenciario son reforzadas por el encarcelamiento y la vida que se
da en dicha reclusión, pero estas ya existían desde antes del internamiento
legal; su estilo de vida ya había determinado las características de su
autoconcepto.
Definida como: La criminología, es la ciencia
social que estudia la naturaleza, extensión y causas del crimen;
características de los criminales y de las organizaciones criminales; problemas
de detención y castigo de los delincuentes; operatividad de las prisiones y de
otras instituciones carcelarias; rehabilitación de los convictos tanto dentro
como fuera de prisión y la prevención del delito http://www.bibliojuridica.org/libros/libro.htm?l=44 (2008)
Un aspecto que no es posible generalizar; pero es
importante considerar de la cita siguiente de Wolf (2005), el cual señala: “Se
observo, sin embargo, cierta relación entre el nivel intelectual y los tipos de
delitos cometidos, los delitos sexuales se presentaban con más frecuencia entre
los de inteligencia más baja y los fraudes entre los más inteligentes” (pág.
134).
Aunque Wolf (2005) contradice parcialmente esto
cuando afirma: “El factor económico solo es indirectamente responsable del
desarrollo de la conducta criminal...” (pág. 140). De manera similar se indica
también al señalar que “…el delito es como efecto derivado de las necesidades
de la pobreza…” o que la “…criminalidad tiende a aumentar de una forma
espectacular en periodos de desempleo masivo…” cuando se intenta explicar
criminológicamente la etiología de la delincuencia. Ampliando a los factores
sociales omo importantes en el incremento de la criminalidad al decir que: las
“…crisis económicas, las guerras, las revoluciones y el sentimiento
generalizado de inseguridad y desprotección…” http://www.bibliojuridica.org/libros/libro.htm?l=44 (2008)