El presente documento se introdujo en la presente tesis de Maestría, por un interés personal. Habiendo incursionado en el tema del autoconcepto por segunda vez, quise que quedara planteado un tercer acercamiento a dicha temática.eso es lo que representa el APÉNDICE que se transcribe a continuación
APÉNDICE
NUEVAS REFLEXIONES SOBRE EL AUTOCONCEPTO.
Analizar la
"amargura" (Alvarez e Iglesias, 2007), a esta se le
puede ubicar como sinónimos la aflicción, según el diccionario de la lengua
española. Este a su vez significa pesar o sentimiento. Los cuales a su vez
significan sentimiento o dolor interior y arrepentimiento, en el caso del
primero, en tanto que el segundo significaría conocimiento, estado afectivo,
pena o aflicción (Ramón García-Pelayo y Gross, 2007). Desde esta perspectiva se
introducen dos diferentes temáticas: el conocimiento y los sentimientos del
hombre. Respecto a los segundos, se puede decir que son sentimientos que
caracterizan a aquellos designados a la depresión[1]
y a la vez nos refieren a lo interior del hombre, en otras palabras a lo
subjetivo. En tanto que el conocimiento nos refiere a los procesos del
pensamiento humano. Desde esta perspectiva se da una relación entre la
"amargura" de Alvarez e Iglesias (2007) y el
autoconcepto, entendiendo este como el conocimiento de lo subjetivo y los
sentimientos del ser humano; de ese hombre que se mira en la sucesión de
alteraciones a través de su vida. Pero, que a la vez, fue transformado. Esto es
de interés, por el hecho de la permanencia, de lo que denominamos “las pasiones[2]”.
Motivos, estas, de la metamorfosis en el texto de Ovidio.
En tanto que en
relación al conocimiento subjetivo del ser, divino o humano transformado, es
necesario ampliar su análisis a partir de un ejemplo. Y este se refiere a la
mitología de Eco. Quien es una ninfa enamorada de Narciso; pero, por las
características de este, condenada a ser despreciada en su amor y a amar sin
ser correspondida. Fue castigada, por la diosa Juno, quien era distraída por
Eco, con pláticas; para evitar que se diera cuenta, Juno, de las infidelidades
del dios Júpiter, su marido. Por ello, a pesar de haber sido tan locuaz, no
volvió a hablar ante nadie y nunca pudo callar después de que otro hablara;
repitiendo solo su última palabra. Ella vivía oculta y no podía presentarse a
los demás, excepto a Narciso; quien al rechazarla, provoco que esta se ocultara
en el follaje y las grutas donde permanece. Su sufrimiento origino que su
cuerpo se perdiera y solo permaneciera su voz, mientras sus huesos se volvieron
piedra.
Esto permite
concluir, que lo que permanece es la voz, o hay que decir, la palabra.
Fundamental, por que es mediante ella, que una persona se describe o es
descrita. Aunque lo físico o el cuerpo desaparezca, lo subjetivo no; y esto
último, solo puede ser conocido por la palabra[3].
Eco, por su
sufrimiento pierde su cuerpo y solo permanece su voz. En tanto que Narciso, al
ver su reflejo en un lago y enamorarse de sí mismo, termina por fallecer. La
relación con el autoconcepto se da, en el caso de Eco, por la voz, que podemos
relacionarla con la palabra; misma que permanecen. En tanto que la imagen, en
el caso de Narciso, puede fenecer, siempre y cuando la misma no sea descrita en
palabras. De esta manera es posible que la imagen subjetiva no fenezca o
desaparezca.
Si bien, como se
decía de Freud (1900) y Lacan (2006) la imagen es más primitiva para la
estructuración del autoconcepto, la palabra es la que da la permanencia del
mismo. Las palabras han favorecido la transmisión oral del saber humano y
mediante el sabemos de personajes y obras de la antigüedad. Recreándose con
ello una imagen. Estas son plasmadas en palabras, permitiéndonos que mediante
ellas imaginemos lo que ya, hace tiempo, incluso ha desaparecido. Al igual que
Narciso y Eco desaparecen corporalmente. Pero en esta última permanece la voz,
la palabra, y por ello, el mito de Narciso también.
Esto conlleva los
puntos siguientes de importancia. El primero se relaciona con el autoconcepto.
El mismo no tiene razón de ser si no es conocido por otro. Si no es comunicado
a los demás, aunque sea a modo de eco. Y lo subjetivo, sin una comunicación,
hacia los que lo rodean, no tiene sentido de ser. Ello incluso ocurre en el
psicótico, quien verbaliza no para los demás, sino para los seres imaginarios
en su ser. Aún Narciso, dialoga y habla consigo mismo, expresándose su propio
amor. Pero, permanecer así, sería peligroso; en Narciso provoco su muerte. Por
ello y por analogía, debemos decir que el autoconcepto, se genera en uno mismo,
pero debe ser dado a conocer a los demás. Esos otros, que hablan del que se
autoconceptua, confirman o rechazan lo que es su autoconcepto. Dejándonos
conocer algo de ese ser, como así lo sabemos de la ninfa Eco. Con ello se
leogra la trascendencia y permanencia.
Hablar de la imagen
de Narciso y la transformación de Eco, retrae el recuerdo de Dorian Grey. En su
cuadro hay cambios, incluso envejece, pero no el personaje de la novela. Esto
significa que una imagen puede permanecer con menores e incluso sin
modificaciones. Eliminándose aquello que no se quiere ver[4].
Así es la subjetividad y el narcisismo. Pero sin por ello importar, como en
Dorian Grey, se evidencia lo interno y lo subjetivo de la naturaleza humana.
Dorian Grey, no ve su imagen actual, jovial, pero si su maldad y perversidad.
Es por ello, que la rechaza. No se niega a ver el cuadro, simplemente por que
haya envejecido. Lo interior y subjetivo es aquí, como en el autoconcepto,
fundamental para su estructuración. Así el único resto que de Eco queda, es la
repetición. Es lo único que se sabe del ser castigado, el que fue condenado. Si
analizamos esto, parece que nos sirve de apoyo para nuestra concepción del
autoconcepto. Lo subjetivo, es fundamental, en la manera en como se concibe un
sujeto a sí mismo. Y como determina su comportamiento. Y aunque es importante
en ello, lo que dicen las personas que rodean al sujeto, el conocimiento de la
interioridad, solo es posible por el mismo sujeto y mediante la palabra, aunque
sea a modo de eco.
Por otra parte, no
hay que dejar de lado otra línea de investigación. Al referir la
"amargura", ya que se puede relacionar con diversos sentimientos que
desde la psicopatología y ante su mayor intensidad estos se asignan a los
cuadros clínicos denominados como la depresión, neurótica o psicótica, o la
melancolía. Cuadros nosológicos en los que predominan dichos sentimientos y en
los que también son frecuentes los autorreproches, las ideas de referencia del
sujeto hacia sí mismo; y donde el sentimiento depresivo es considerado, desde
el psicoanálisis, como la interiorización de la agresión por el mismo sujeto.
La descripción de estos signos y síntomas los observamos en la psiquiatría
(Bleur, 1960; Ey, 2006; Kolb, 1992; Fredman y Kaplan, 1975; Solomón y Vernon,
1972, etcétera) o en el psicoanálisis (Freud, 1917). Es necesario acotar aquí,
una vez más, que al investigar la temática del autoconcepto ha surgido con
frecuencia como temas, la adolescencia y la depresión.
Volviendo sobre dos
preguntas anteriores de Alvarez e Iglesisas (2007), que son: ¿a que se refiere
el autor con la "vejez perjuiciosa"? y ¿cual es el propósito de ese
"mirarse"? A manera de respuesta de la segunda pregunta hay que
retomar una cita de Alvarez e Iglesias (2007):
"...Y abandonado a esa
condición miserable habrá de buscar (el hombre) una manera de salvación;
explorará la existencia de algo que en ese hervor eternamente fugitivo tenga la
posibilidad de la permanencia en el centro del derrumbe" (pág. IX).
La “exploración”,
señalada por Alvarez e Iglesias (2007), es
considerada como una función del yo, importante en la integración del
autoconcepto. Y la “permanencia” que significa: sin cambios también se citan
por Alvarez e Iglesias (2007) quienes dicen:
"...cambios evidentes para
todos; cambios tan obvios en su aparición que pueden llegar a pasar
inadvertidos a quien los presencia o los padece" (pág. XII).
Con ello se da una
permanencia a la propia autoconcepción. Donde es importante el señalamiento de
que son inadvertidos por que se esta “acostumbrado” a ellos o su cambio es
mínimo[5].
Lento pero progresivo, que no es notado por la conciencia. Tal como pasa con el
crecimiento del ser humano. Este cambio es mejor notado por los que están
ajenos o lejanos a quien crece, que para aquellos que viven y conviven
cotidianamente con el ser en crecimiento.
En su
estudio introductorio, de la obra del filósofo Descartes, Francisco Larroyo
(1984) aborda en la temática de la duda metódica, el tema de la autoconciencia,
señalando que la misma es un "recurso filosófico" (pág. XIII) para
investigar la verdad; más no da una definición particular de la misma. Sin
embargo, por el contexto de su escrito y el pensamiento descartiano, este se
refiere a la indicación de su silogismo "yo pienso, luego yo soy", en
el sentido de que
"...Sí el hombre quiere
investigar la verdad, debe examinar, en primer término, su propio intelecto, su
razón..." (pág. XIII).
Debe reflexionar,
examinar y analizar su persona y en particular su razón; debe someterse a sí
mismo a la duda metódica antes de llegar a la certidumbre de su persona o de
las cosas. Así, la autoconciencia significa la conciencia de su persona o de su
razón; de aquello que según Descartes es la esencia del yo, los pensamientos.
La estructuración
del autoconcepto inicialmente se da por imágenes[6]
pero se concluye al final con las ideas y las palabras. Siendo las últimas las
que darían mayor permanencia a la definición del autoconcepto. La imagen puede
destruirse, olvidarse, desecharse o transformarse, pero la palabra le daría
permanencia por más tiempo. Así, Eco, físicamente desaparece y Narciso también
con su muerte. Pero la voz de Eco permanece, aunque sea como eco, y en la
historia de Narciso también.
Con respecto a la
permanencia del autoconcepto, no debe olvidarse que en A comprehensive
dictionariy of psychological an psychoanalytical terms, afirmaba que “...en
cualquier momento dado...” esta presente
el mismo. Lo cual permite suponer que el mismo no se pierde. No hay que
construirla cada vez que se le requiera sino que esta permanece. Por supuesto
para ello es importante tener presente a la memoria.
Otra conclusión que
puede derivarse, es el hecho de que, lo que los demás afirman o dicen del
autoconcepto de una persona es relevante, pero la interioridad o subjetividad
también lo es.
De esta manera,
aunque lo físico o el cuerpo desaparezca, lo subjetivo no; y esto último, solo
puede ser conocido o permanecer a través de la palabra. Así adquiere sentido la
historia de “Dorian Grey”, de Oscar Wilde (2008), donde el cuerpo o la imagen
del cuadro cambiaba, pero no así lo “maligno o perverso”, que había en su
semblante, reflejado y permanente en el rostro del cuadro.
Desde esta visión,
el autoconcepto no tiene razón de ser si no es conocido por otro. Si no es
comunicado a los demás. Lo subjetivo, sin una comunicación, hacia los que lo
rodean, no tiene sentido de ser.
En conclusión, lo
interior y subjetivo[7]
es aquí, como en el autoconcepto y su desarrollo, fundamental para su
estructuración. Dando con ello sentido o mayor garantía, de que lo referido al
autoconcepto es real al definirlo, desde la perspectiva del mismo sujeto.
Una
conclusión más, es que solo viviendo en sociedad se puede llegar a tener un yo
social, que implica la identificación del yo con la sociedad en que vive.
Ampliando algunos
conceptos, es importante para Díaz Portillo (1998) quien aborda diferentes
problemas de la psíque humana, como la escisión que es de interés en relación
al autoconcepto. Ella cita:
“...En la escisión encontramos
una disociación entre las funciones del yo, gracias a la cual se oponen o se
enfrentan unas a otras, debido a identificaciones con objetos contradictorios
cuya unión traería por consecuencia su destrucción de uno u otro, siendo ambos
necesarios para la sobrevivencia, o estabilidad psíquica del sujeto. Este es el
mecanismo que subyace en la personalidad múltiple, en la cual emergen temporal
y sucesivamente a la conciencia cada uno de los aspectos escindidos del yo...”
(pág. 20).
El primer aspecto que resalta es:”...cada uno de los
aspectos escindidos del yo...”, por la conformación de una unidad a partir de
secciones diferentes pero articuladas entre ellas. Partes que se hacen
evidentes en la “personalidad múltiple”. Si bien ellas no dan pauta a
diferentes áreas de la vida del ser humano, si a diferentes partes dentro de sí
mismo.
Al hablar del autoconcepto, se le divide por áreas en las
cuales cada personalidad que Sybil “vive”[8],
correspondería a diferentes áreas de su propio autoconcepto. Pero en el caso de
la personalidad múltiple nos topamos con más de un sujeto mencionando o
denominado dentro de la mente de un solo ser humano. Por ejemplo, en el caso de
Sybil[9],
sus personajes de Sybil, Pegy Ann, Pegy Lou, Marsha, etcétera, hasta llegar a
dieciséis personalidades diferentes. Todas ellas con características
diferentes, comportamientos, actitudes o incluso aprendizajes diferentes; ejecutados
por cada personalidad pero desconocidos para las demás conscientemente. Es
decir, que no se tienen muchos autoconcepto y que la concepción de lo mío de
William James sigue siendo válido. Por mecanismo de defensa de disociación se
pierde el conocimiento consciente de una parte de la persona o de su
autoconcepto, pero ello no significa que las otras se hayan perdido. Según S.
Freud (2006) estas permanecen en el Inconsciente, o de acuerdo a Ey (2006) en
la memoria. A pesar de la disociación seguirían siendo míos, en el caso de
Sybil los demás personajes, sin importar la conciencia sobre de ellos. Además
de que no hay destrucción de esas partes disociadas aunque si una
caracterización particular[10].
Dándose de esta manera una sobrevivencia o una estabilidad psíquica[11].
Desde esta postura Disociación y destrucción psíquica son fenómenos diferentes.
En el caso de la confusión mental si se puede hablar de una destrucción pero no
así en la disociación[12]
como mecanismo de defensa.
Más
que, de “...destrucción...”, se debe
hacer referencia a fenómenos de anulación, cancelación, neutralización,
disociación, etcétera. Para eliminar la contradicción que se introduce en el
texto y en la psíque humana.
Por
otra parte Díaz Portillo (1998) da relevancia
también a los aspectos verbales y no-verbales como parte del conocimiento del
sí mismo o del autoconcepto.
La capacidad de “escrutinio”[13]
del paciente que es sometido a una entrevista o a tratamiento terapéutico es importante para Díaz Portillo
(1998) quien afirma:
“...El contenido de la entrevista
incluye para los autores, tanto los elementos verbales como los pre-verbales,
así como las intervenciones específicas del entrevistador, las que son motivo
de escrutinio, expresado a través del cuestionamiento de sí mismo. Por ejemplo,
¿porque formulé de tal manera esta pregunta?...” (pág. 27)
Con tales preguntas
sobre la misma persona, de acuerdo a la técnica de entrevista señalada por la
autora aquí, el paciente será llevado a generar un conocimiento de sí mismo.
Fundamental para este, el autoescrutinio del autoconcepto, sea ello tanto en la
salud o en la enfermedad mental. Aunque claro, ello con diferentes
repercusiones y caracterizaciones[14].
Es decir, que lo verbal y lo no-verbal no tiene sentido sin esa labor de
escrutinio, que pone de manifiesto el conocimiento de uno mismo. Esta parte es
de importancia, por que en relación al autoconcepto no basta el verbalizar
sobre las características o partes que lo integran, sino que es necesario
llegar a una conciencia de los mismos y con respecto de uno mismo. Desde esta
perspectiva, no basta tener claridad de conciencia, considerando a la misma
como función intelectual superior, para tener una autoconceptualición, sino que
es de importancia la capacidad de ser conciente de si mismo, en el sentido de
conocerse y tenerse como objeto de reflexión a sí mismo. Darse cuenta de lo que
es como ser humano.
Cercana a dicha
labor de escrutinio, señalada por Díaz Portillo (1998) en la entrevista, está
la función de autoobservación sobre la cual dice:
“El silencio... Tal conducta es
indicio no sólo de la importancia que tiene determinadas personas en la
conflictiva de motivo de consulta, sino también de la existencia de intensos
mecanismos proyectivos y negadores, con la consecuente carencia de insight
(conocimiento subjetivo experencial), de la existencia de conflictos psíquicos,
que incluye la puesta en juego de las funciones
yoicas de auto-observación...” (pág. 72).
En especial, ante
determinadas circunstancias, dichas funciones son puestas en acción por el
sujeto, por ejemplo ante el silencio, que moviliza los mecanismos defensivos de
proyección y negación. Mismos que obstaculizan la capacidad de conciencia
personal de los sujetos. Capacidad que es de importancia para poder darse
cuenta del mundo y de uno mismo. Las capacidades de conciencia y
autoobservación[15] son
de importancia y sin posibilidades de disociación para que se favorezca la
conformación del autoconcepto. De esta manera la autora puede decirse que
concluye afirmando:
“La conciencia es la capacidad de
percatarse de sí mismo y del medio ambiente...” (pág. 168)
Antes de abandonar
la anterior cita, se debe considerar un punto de análisis más. Esto se refiere
al “cuestionamiento”, que el sujeto entrevistado se hace sobre de sí mismo
durante la labor de “escrutinio”. Cuestionamiento que se relaciona con el
preguntarse a sí mismo lo que le acontece o lo rodea. Ello es de importancia
porque implica no solo el verbalizar sino el preguntar. Tales preguntas dan la
posibilidad de trascender la simple autoobservación como medio de conocimiento
de sí mismo. Lleva a la visualización o a la autoobservación interna. El ser
humano se conoce porque se puede ver (autopercibir), pero también por que
reflexiona sobre de sí mismo.
Desde una
perspectiva diferente, pero permitiendo reflexionar sobre el autoconcepto, es
de importancia la cita de Díaz Portillo (1998):
“Los enfermos psicosomáticos
carecen frecuentemente de la conciencia de sufrimiento psíquico, necesaria para
permitir una primera aproximación fluida y fácil (en el tratamiento)... El
sufrimiento físico consciente, se mantiene aislado de los conflictos psíquicos
que lo producen...” (pág. 66)[16]
Desde los padecimientos psicosomáticos también se puede
enfocar uno de los aspectos que son difíciles de tratar en el tema del
autoconcepto, el yo físico o el aspecto físico del sí mismo. Esto es retomado
por Díaz Portillo (1998), como aquello de lo que no se tiene conciencia de
sufrimiento, o de enfermedad, por estar “aislado de los conflictos psíquicos”
del enfermo. Ello daría la dificultad dentro de la concepción del autoconcepto,
porque lo aislado corresponde a lo psíquico. Así, por ejemplo, en el caso de
los enfermos psicosomáticos se da el reporte de la dolencia física, pero no se
le relaciona con los aspectos psicológicos del hombre. Se les encuentra
divorciados de los mismos[17].
Aquí hay una separación (disociación) entre dos aspectos:
la dolencia y la causa. Si se planteara a un paciente con colitis, se diría,
que ha aprendido o le ha sido comunicado, que la causa de su dolencia es la
irritación del intestino grueso; que provoca una inflamación dolorosa en la
zona abdominal. Y tiene razón, si conoce la etiología física. Pero, sí se
insiste en la causa que lleva a tal irritación, una segunda explicación sería,
que es por la secreción de los jugos gástricos, que a cierto plazo lesionan las
paredes o mucosas intestinales; manteniéndose de nuevo el aislamiento de la dolencia
física y del motivo físico que la provoca. Solo si preguntamos cuál es el
motivo de dichas secreciones, por cierto tiempo y en mayor cantidad de lo
esperado, podemos acceder al hecho de que hay otra causa, como lo son los
factores psíquicos.
De estos últimos, un motivo puede ser el estrés, la
tensión o la ansiedad. Si bien ello es el motivo de la reacción psicosomática,
también hay que preguntar cual es el motivo del estrés, etcétera. De ello se
podría decir, la vida actual. Pero
indudablemente no el único.
Esto permite plantear, que si bien el autoconcepto es
único y se le considera como una unidad, la conciencia del mismo siempre es
parcial. El ser humano, no posee la capacidad de ser consciente de la totalidad
de su autoconcepción. Dándose esto solo por la capacidad de la consciencia o
bien por la intervención de los mecanismos de defensa, que parcializan la
capacidad de consciencia[18].
Partiendo de los conceptos elaborados por Díaz Portillo
(1998) es de importancia otro fenómeno que ocurre en el hombre y que tendrá
impacto en la estructuración de su autoconcepto. Este es la “comparación”.
La “comparación” se puede dar de dos maneras diferentes,
que si atendemos al desarrollo del presente capitulo se relaciona con lo
interno o subjetivo y lo externo o social. Dentro de lo interno o subjetivo se
puede considerar al superyó, el ideal del yo y el yo ideal (S. Freud, 1920),
que implica las introyecciones que el sujeto ha hecho suyas y que se relacionan
con sus vivencias en el desarrollo y en su interacción con las personas que lo
rodean. Al hacerlas suyas conforman los modelos o imagos, de las cuales
estructura el hombre su identidad o su autoconcepto. Su prototipo son las
imagos paternas.
Sí se tiene presentes las imagos paternas, se da lugar al
surgimiento de la segunda forma de comparación y que permite la emergencia de
los que Díaz Portillo (2000) llama la “imagen social”,
de una persona. Lo cual corresponde al yo social de Fitts (1965).
Esta
última muy congruente con los que en psicoanálisis se conoce como contenido
manifiesto, en tanto que lo subjetivo se complementaría con lo latente como
contenido, que particulariza los manifestó. Contenidos, ambos que son
cognocibles mediante el uso de la palabra. Que en la técnica psicoanalítica se
da mediante el uso de la asociación libre.
Por
otra parte, si bien es cierto que la imagen social influye o determina el
autoconcepto, es importante señalar que la pertenencia pasiva al grupo no
configura al mismo. Es desde la participación activa, inconciente y latente,
como se integra dicha autoconcepción. Por esto es importante retomar la
construcción de instrumentos psicométricos de acuerdo a Thorndike y Hagen
(2006), pues con ellos se introduce nuevamente dos mecanismo de defensa,
señalados por Fiorini (2006), que son la negación y la proyección. De
importancia ellos, porque parcializan, distorsión o particularización del
autoconcepto. Dando de tal manera el “Poner distancia” a que se refieren
Thorndike y Hagen (2006) y la “deseabilidad social” Thorndike y Hagen (2006).
Mediante la cual el sujeto dice lo que cree, quiere o le conviene decir.
Creando las contradicciones entre el autoconcepto real y el personal. A lo cual
el mecanismo de proyección contribuye también.
Avanzando,
es de importancia retomar a José Luis Valdez (1991), quien cita:
"...la memoria necesaria
para el uso del lenguaje... que organiza el conocimiento que una persona posee
acerca de las palabras y otros símbolos verbales, si sus significados y
referentes, acerca de las relaciones entre ellos y acerca de las reglas, de las
formulas y algoritmos para la manipulación
de estos símbolos, conceptos y relaciones".
[1] En el DSM-IV-R se les denomina como
trastornos del afecto.
[2] Reild, 2002.
[3] Lacan, 2006. De
manera similar, en el texto de “Dorian Grey” de Oscar Wilde (2008), el cuerpo o
la imagen del cuadro cambiaba, pero no así lo “maligno o perverso”, que había
en su semblante, reflejado y permanente en el rostro del cuadro.
[4] Informalmente, en la aplicación de prototipos del cuestionario o
de los item para medir el autoconcepto, en especial en los reclusorios,
encontramos como autodescipciones de ellos las siguientes: la honradez, la
honestidad, la nobleza, ser trabajadores, ser buenos, la tranquilidad.
Calificativos, que por el hecho de involucrase en un delito, sin profundizar en
sus sus historias clínicas, no están presentes en ellos.
[5] Powell, 1975.
[6] O la visión, como
lo indica el diccionario de la lengua inglesa, A comprehensive dictionariy
of psychological an psychoanalytical terms.
[7] Díaz Loving, Reyes
Lagunes y Rivera Aragón. (2002); José Luis Valdez (1997).
[8] De ahí
el marco referencial externo de William H. Fitts (1965), pero también la
alusión al marco referencial interno.
[9] Película y libro.
[10] Cuando Freud (1914)
o Fiorini (2006) afirman que el análisis favorece la descomposición del
síntoma, después de período de reelaboración se genera una nueva síntesis o una
nueva unidad. Ella conserva restos de la unidad anterior, pero tiene lo nuevo
de la reelaboración.
[11] Es congruente dicho
planteamiento en relación de que la emergencia de la psicopatología es una
forma de establecer un equilibrio aunque el mismo sea patológico. En
psicoanálisis lo retoma S. Freud (1926) en las formaciones de compromiso,
denominación que da a los síntomas, o Ackerman (1978) y Minuchin (1986) en los
dinamismos o en la terapia familiar.
[12] Para comprender
mejor esto, es de importancia retomar los señalamientos de Patiño (1980) quien
afirma que en las psicosis y por supuesto en las neurosis, no hay una
alteración de la capacidad de conciencia, sin importar la sintomatología que se
presente. Para el, estrictamente, no hay alteración de la capacidad de
conciencia como función. Sino que la alteración se da cuando la misma se
relaciona con otras funciones. Para él, la conciencia da al ser humano la
posibilidad de percatarse de sí mismo y de su medio ambiente. Es este
percatarse lo que se ve afectado, cuando otras funciones del yo se ven
alteradas y posibilitan que la información y el procesamiento de la misma sea
de manera particular. Por ello el autor, a modo de ejemplo, dice. “Aunque en la
esquizofrenia existe conciencia clara... toda afección que ataque los pilares
de la conciencia... necesariamente perturba la posibilidad del hombre enfermo
de percatarse de lo que ocurre en sí mismo y en el medio y reaccionar en forma
adecuada ante lo que acontece” (pág. 104).
[13] Aunque usando
términos diferentes, Fiorini (2006) hace una referencia similar en su
conceptualización de los niveles y dinamismos del cambio. El afirma que el
proceso de indagación y verbalización de lo vivido favorece el proceso de objetivación.
[14] Diversos autores
(Nava, 1986; Gómez, 1992; Galindo, 1993) mencionan la importancia de la
enfermedad mental o el etiquetamiento del sujeto en relación a su autoconcepto.
[15] Blos (1975), Mahaler (1980), Kernberg
(1999), Reich (2006), Ey (2006).
[16] Dicha cita nos
parece además de importancia si la relacionamos con la conciencia de
enfermedad)
[17] Quizás aquí sea de importancia retomar a S. Freud (1916)
en su “Introducción al narcisismo”; donde afirmaba, que ante la existencia de
una dolencia física, toda la libido se retrae hacia ese malestar orgánico.
Perdiendo interés con ello el mundo que rodea al sujeto y el mismo sujeto. Por
supuesto que esto es, en relación a cualquier otra parte de si mismo que no sea
su dolencia física. Pero una vez pasado dicho estado se cae fuera de conciencia
el interés por el cuerpo. Solo si hay dolor intenso se mantiene el interés por
el cuerpo. De lo contrario no hay interés por el mismo. Esto hace, que a pesar
de parecer ser algo de mayor objetividad y aprehensibilidad no lo sea en
realidad. O acaso hay que reflexionar en el hecho de que lo físico es lo
primero que el ser humano conoce o autoconoce al diferenciarse su yo de su
no-yo. Esto crea un mecanismo en el cual media el olvido. Ello es como cuando
una persona aprende a manejar una bicicleta. Al mecanizar los movimientos,
después los ejecuta sin tener que observarlos o tenerlos presentes en la consciencia.
[18] Tal como lo indica S. Freud (1920), en su descripción de
múltiples fenómenos psíquicos del ser humano, al delimitar su tópica
descriptiva del aparato psíquico.
[19] El código subjetivo de José Luis Valdez, 1997.